jueves, 1 de abril de 2010

Españoles contra el III Reich: Les Guérrilleros

De dcha. a izda.: Alonso, José García, Luis Menéndez y Mariano, antiguos guerrilleros españoles posan con el corresponsal de TVE, Luis de Benito, en junio de 1994, en la Avenue des Guerrilleros, en Prayols, Francia

Españoles en la liberación de Francia : 1939-1945

Félix Santos
Testimonios

Vicente López Tovar, (Coronel de guerrilleros)
Vicente López Tovar tiene 85 años y reside en Toulouse. Su testimonio fue recogido la tarde del 30 de mayo de 1995 en su domicilio en dicha ciudad. Su narración ha sido completada con datos tomados de su autobiografía, a la que él mismo me remitía. Terminada la Guerra Mundial, el Gobierno francés le nombró Caballero de la Legión de Honor. Está en posesión de la Cruz de Guerra con palma y de la Medalla de la Resistencia.

Cuando estalló el movimiento casadista estaba yo comiendo en casa en Madrid y vinieron a buscarme en coche, «ven corriendo que hay una sublevación». Venían Tagüeña, Modesto, Líster, en coche. Me dicen, coge el sombrero y la pistola. Le dije «hasta pronto» a mi mujer.

Al pasar la línea, allí estaba la CNT que controlaba, -44- la camioneta que teníamos que pertenecía al Estado Mayor estaba en regla. Llegamos a Elda. Allí me encontré con el Gobierno, autoridades militares, ministros... Estuvimos allí un día o día y medio. De allí cogimos el avión. Había tres Douglas. Uno de ellos fue a África y los otros dos vinimos aquí a Toulouse, a Francazal. En el avión venía Negrín y el Gobierno en pleno, jefes militares, Modesto, Merino. Era el 7 de marzo de 1939. Nadie salió a recibirnos, ni siquiera nos pidieron la documentación. Yo era entonces comandante jefe de División. Había mandado dos Divisiones y era fundador de la 53 Brigada Mixta encargada de defender Madrid, y fue la que se sublevó cuando el golpe de Estado. Fusilaron a Conesa que fue el Comisario.

En Toulouse, Moix, el ministro del difunto Gobierno Español, me condujo a la casa del Partido Comunista francés, en la Allée Roosevelt, donde nos recibió el diputado francés Gabriel Peri, más tarde fusilado por los alemanes.

Los camaradas españoles me indicaron que me presentase al otro día por la mañana, y me fui a dormir a casa de un camarada francés. Por la mañana temprano cuando llegué allí, Peris me comunica que todos habían salido la noche anterior hacia París. Me envió a casa de unos camaradas para solucionar mi problema. Fue el camarada Juan Fabre, que vivía en la carretera de Lavaur, quien me dio hospitalidad. Esta situación duró algún tiempo hasta que me anunciaron una pensión de mil francos mensuales de la parte del SERE, una representación republicana que se formó en París. Así fue mi salida de España y el comienzo de mi exilio.

En Toulouse iniciamos el trabajo de contactar con comunistas españoles para formar grupos. Yo tuve la suerte de encontrar a José Vallador que fue jefe de Brigada en la 46 División. Era asturiano y miembro del Partido. Poco a poco empezamos a contactar con los camaradas que encontrábamos en la calle. Empezamos a reagruparlos y con la colaboración del Partido Comunista francés podíamos enviar a algunos a la campaña. Otros que conocían algo de mecánica los enviamos a la fábrica de aviones Dewuaitine y Breget. Los camaradas franceses se ocupaban de ellos y les enseñaban el oficio.
Un oficial de la Gendarmerie con oficiales y soldados republicanos españoles refugiados en el campo de concentración de Argelès-sur-mer en agosto de 1939.

Estábamos asombrados de comprobar que toda la dirección del Partido, Comité Central y Buró Político, habían salido de Francia dejando completamente abandonados a más de 500000 refugiados en los campos de concentración, y otros que habían podido escaparse las arreglaban como podían.

Ocupada Francia por los alemanes y vista la extraordinaria cantidad de refugiados de todas las nacionalidades que llegaban a Toulouse, decidimos ir a Burdeos, a ver si podíamos embarcar hacia Inglaterra. Fuimos Vallador, Alberto un asturiano que conocíamos y yo. Aquello era una verdadera casa de locos. No encontramos medios para ir a Inglaterra. Sólo las personalidades podían hacerlo, y no todos. Decidimos volver a Toulouse.
El Batallón Guernica desfilando por las calles de Burdeos

Empezamos a trabajar como leñadores o en lo que fuera, clandestinamente. Los camaradas franceses nos ayudaron enormemente para sacar a muchos de los campos de concentración para trabajar como obreros, haciéndose ellos responsables. Esto nos permitía tener algunos escondidos. Los que eran propietarios de pequeños bosques nos los dejaban explotar, por ejemplo en Varilhes (Ariège), el camarada Benazet, que además tenía un garaje. Había otros también que sin ser comunistas nos dejaban hacer carbón. Estaban encantados, pues declaraban tres obreros, y tenían el producto de diez o doce que teníamos allí escondidos. Todos estábamos convertidos en leñadores.

Otro francés, Valisou, nos prestó su nombre para poder comprar los bosques para su explotación, y así nació la Sociedad Vallador, que fue la base de los auténticos maquis.

Nuestra misión era estar escondidos para que no nos cogieran los alemanes. Después de un cierto tiempo empezamos a esconder armas. Estábamos seguros que un día tendríamos que coger las armas para luchar al lado de los franceses, y al mismo tiempo defender nuestra vida.

Las operaciones de envergadura comenzaron en el 43, porque en ese momento ya teníamos armas. En el mes de abril de 1943 ocurrió el desastre de las Cabannes, cerca de la frontera. Un gran número de gendarmes se llevaron por sorpresa a 27 camaradas, atados con cuerdas. Estaban desarmados, alguna pistolilla del 6,35. Esto ocasionó una gran desbandada.

Prosigo la organización, y junto con Vallador visito los bosques donde se camuflaban camaradas. Comienzo por Saint Hilaire, cerca de Carcassone (Aude). El secretario de la alcaldía estaba completamente ligado con nosotros. Nos facilitaba toda la documentación que nos hacía falta. Toda esta organización de tajos de trabajo se debía a Vallador, el cual en ciertos momentos corría gran peligro, debido al sabotaje que se efectuaba: carbón mojado y con piedras. Esto fue tan exagerado que los alemanes llegaron a amenazarle de deportación.

En Saint Girons puse de responsable del Partido a Francisco Castañeda, que había estado conmigo en el Batallón Motorizado en Madrid, con la misión principal de establecer contacto con las minas de Santein, cerca de la frontera y recuperar el máximo de dinamita. Un día nos informan que los contrabandistas van a hacer un pasaje con bastante tabaco desde Andorra. En ese momento el tabaco costaba caro. Como conocíamos el itinerario preparamos una operación de recuperación. Nos emboscamos y cuando los vimos cargados como mulos, en un sitio que no les quedaba más remedio que recular, tiramos algunos disparos con los fusiles. Echaron la carga por tierra, y pies para qué te quiero. La venta de esta tabaco nos produjo mucho dinero. Creo que Vallador pagó el chantier de Prayols con este dinero. Este lugar nos era de gran utilidad pues era uno de nuestros pasajes para ir a España.

Óscar Martínez (con gafas) en el Ejército francés hacia Alsacia en 1945

Estando en Prayols se nos presenta un día un joven voluntario, de 17 años aproximadamente, recomendado por alguien de confianza. Con el fin de probar su coraje le ordenamos apoderarse de una bicicleta en Saint Girons. Para nosotros una bicicleta era un arma de guerra pues no podíamos circular de otra manera. Llegó a Saint Girons y vio, delante de una barbería, una bicicleta apoyada en la pared. Cogerla y echar a correr fue instantáneo. Al llegar a Prayols nos dimos cuenta que ni siquiera la había quitado la placa de identité. Tuvo suerte que en la carretera no le pidieron los papeles, porque la bicicleta era de un gendarme que se estaba afeitando.

Con la dinamita que recuperábamos y algún arma que caía en nuestras manos, se empezaron operaciones de más envergadura. La más importante fue la efectuada el 11 de noviembre de 1943 en que se volaron los postes de alta tensión del ferrocarril Pamiers-Foix. Yo operé en Varilhes con el Asturias, Conejero y Pichón. El objetivo principal era hacer creer a los alemanes que éramos muy numerosos, pero la verdad es que éramos muchos menos de los que algunos declaran. Que se lo pregunten a Linares, a Royo, y al Sevilla, entre otros.

En uno de los viajes que hice a Toulouse me engancharon en una rafla en la plaza Wilson. Al bajar del coche policial ante la comisaría de la calle Remusat me puse a arreglarme un zapato y poco a poco fui reculando y así pude salvarme. Pienso que el guardia se dio cuenta pero no dijo nada.

El punto de enlace del Partido se encontraba en Toulouse en casa de un zapatero llamado Ros, en la calle Matabiau, en pleno centro. Era un hombre formidable. Su casa servía para todo. Allí se dormía, se comía, se escondían armas, se recibía la correspondencia y se celebraban reuniones. Allí vi a Fernández, el antiguo mulero, como enlace del Partido. Fue un verdadero milagro que aquello no fuera nunca visitado por la Gestapo. ¡Qué falta de responsabilidad!
Para unificar diversas zonas de combate fui nombrado responsable militar de la 5.ª Región MOI (Movimiento Obrero Inmigrado, organización de resistentes muy activos, articulados en la organización armada de los FTP). Allí estaban integrados inmigrados de todas las nacionalidades. Recorrí la Dordogne, Corrèze, Loire, Haute Vienne, haciendo propaganda, no solo con los españoles, para que se integraran en la MOI.

En uno de los viajes me dicen que los responsables de la AS quieren tener una entrevista con Alberto (mi nombre en la clandestinidad), en Perigueux. Esa organización (la Armée Secrète era un movimiento formado en su mayoría por militares profesionales) es la que depende del general De Gaulle. Son los que envían los parachutages con armas y con dinero. Yo he sido siempre muy desconfiado, yo creo que por eso estoy todavía vivo, y les digo que no acepto el sitio indicado por ellos -46- para la entrevista, y les envío un guía para que suban al maquis donde yo me encuentro. Yo llegaba a un maquis y ponía a los centinelas en los cuatro puntos cardinales por si las moscas.

Y vinieron los tres señores representantes del general De Gaulle. A uno de ellos le conocía de verle en el pueblo. Otro se dio a conocer como el coronel Berger, responsable regional de la AS. Y me dice ¿no me conoces? ¿tú qué has hecho en la guerra de España? Le interesaba saber quién era yo antes de ir más adelante, mis campos de batalla y mi grado militar, y si era voluntario de 1936, y quiso saber a qué partido pertenecía. Yo le dije que era republicano. Al final me dijo que él estuvo como voluntario en la guerra de España. Era André Malraux. Nos hicimos muy amigos.

Me planteó que por qué me dedicaba a robar parachutages a fuerzas amigas y también combatientes. Le dije que amigas eran, pero combatientes no. Le expuse mi manera de actuar que era la de combatir, y no dejar a los alemanes y los milicianos pasearse tranquilamente incluso fusilando a aquellos que les parecía, sin ninguna reacción por parte de aquellos que tenían las armas escondidas.

Con mi promesa de no tocar más a los parachutages de los otros, me prometió algunos parachutages para los grupos españoles, cosa que cumplió. Yo le prometí hacer una limpieza de todos los colaboradores que teníamos fichados, de acuerdo con los FTPF (Franco Tiradores y Partisanos de Francia), y sobre todo, de aquellos que cuando las fuerzas alemanas pasaban los recibían en sus domicilios y les daban toda clase de informaciones.
El partisano Joan Ripoll, izando la bandera soviética en la liberación de Berlín

Me había enterado un día que iban a hacer un parachutage a ocho o nueve kilómetros de donde yo estaba. Nos enteramos bien, nos escondimos en las proximidades y cuando llegaron los aviones, pasó el primer avión y no descarga, pero luego vuelve otra vez, porque había que encender unos fuegos, y empiezan a caer los parachutages, containers. Y yo les dije, camaradas, no moverse nadie. Entonces los maquis franceses cogieron los containers, los metieron en una camioneta y cuando los franceses ya lo tenían todo en la camioneta, llegamos nosotros y nos llevamos el parachutage. Y a eso es a lo que vino Malraux a decirme por qué roba usted los parachutages. Digo, coño, porque no tenemos armas y también las necesitamos nosotros los españoles.

Los franceses eran menos activos y menos decididos que nosotros. Nosotros, a los dos días de coger el parachutages pegamos fuego a una fábrica que tenían los alemanes. En la MOI los españoles éramos mayoría. A mí me hicieron ir un día a Lyon porque era el responsable español en la dirección de la MOI. Fui a Lyon y allí había polacos, había rumanos y el único español que allí había era yo. Me hicieron responsable militar de la MOI de cinco Departamentos. Como había tantos españoles, con ellos fundé la 15 División de Guerrilleros Españoles. En la MOI había comunistas y de todo, pero la mayoría comunistas. Había un grupo muy importante de anarquistas.

El 19 de octubre de 1944, unos 3000 guerrilleros españoles integrados en la 204ª División de guerrilleros de las FFI-UNE, mandados por el coronel López Tovar cruzaron la frontera pirenaica con el objetivo de ocupar el Valle de Arán y crear una «chispa» que encendiera el levantamiento contra Franco en diversos puntos de España. López Tovar en su citada autobiografía asegura que él se opuso reiteradamente a esta operación por considerarla descabellada y fantasiosa, si bien reconoce que redactó la Orden General de Operaciones y la hizo cumplir, pero que al mismo tiempo preparó la retirada.
Felipe González y François Mitterand en el monumento a los guerrilleros en Prayols

José Alonso Alcalde, «Capitán Robert»
Residente en Montredon-Labessonnié, pueblo próximo a Toulouse.

En España yo pertenecía a la 142 Brigada Mixta de la 32 División. En los combates de Cataluña tuvimos que replegarnos, vencidos, como las demás unidades. Yo era sargento de operaciones en el Estado Mayor de la Brigada. La retirada la sufrimos como la mayor parte de las unidades y atravesamos la frontera francesa el 13 de febrero de 1939 por el pueblo de Prats de Molló.

Permanecimos unos días en el monte aquel, al raso, bajo la nieve, durmiendo en ramas de árbol que habíamos arrancado, mucho castaño, quemándolas para hacer fuego. A los ocho días vinieron a buscarnos y nos llevaron al campo de concentración de Septfonds, cerca de Montauban. En ese campo yo permanecí unos dos meses, al cabo de los cuales, una mañana, me despertaron los soldados diciéndonos que saliéramos los cuatro primeros de cada barraca. A mí me tocó. Y nos llevaron cerca de la frontera belga, a Montmedy (La Meuse) donde nos emplearon en hacer trincheras para enterrar cables telefónicos. A cada uno de nosotros nos asignaron, yo hablo de mi compañía, dos metros de largo, dos metros de profundo y 60 centímetros de ancho. Eso teníamos que hacer por día cada hombre. Inútil decir que muchos de nosotros que no habíamos trabajado en la vida manualmente teníamos las manos ensangrentadas. Pero la solidaridad de los otros nos ayudaba a terminar nuestra tarea. Esto sería por mayo y junio del 39.

Después nos llevaron a otro pueblo cerca de Montmedy. Vivíamos en una finca abandonada. Dormíamos en la cuadra y los pesebres nos servían de estantería para poner las maletas. Sin luz, nos alumbrábamos con velas. Pasábamos hambre. Nos daban de comer, pero era justo. De allí salíamos todos los días a hacer carreteras a través de bosques, por las cuales facilitamos el paso de los alemanes después.

A los dos o tres meses nos enviaron al Departamento de Les Ardennes, cerca de Charleville. Y, allí, nos llevaban todas las mañanas a descargar vagones de material a la estación de Sedán. Una mañana nos dijeron hoy no salimos. No sabíamos por qué. Sabíamos que la guerra estaba inminente. Estábamos sentados en la carretera delante de la casa en que nos alojábamos y pasó un coche que distribuía un periódico que se llamaba Paris soir y que daba la noticia de la entrada de los alemanes en Bélgica.

Entonces fue la gran desbandada. El capitán nos quiso controlar a todos, porque, claro, teníamos miedo de los alemanes. Reunió a la mayor parte de la compañía y nos puso en marcha. Yo, con otros dos camaradas, abandonamos la compañía durante el trayecto. Encontramos bicicletas abandonadas. Porque había de todo: coches, carros. Era como la desbandada de nuestro país, vivíamos una desbandada semejante. Y en el Departamento del Aude nos detuvieron los gendarmes y nos pidieron papeles. Como documentos de identidad teníamos las cartas que recibíamos de España con la dirección de la compañía. Nos dijeron que nuestra compañía estaba más atrás en un pueblo que se llama Curtisol, en La Marne. Tuvimos que ir allí. Y de allí, con la compañía, nos llevaron al campo de Argelès-sur-Mer. Nos llevaron allí con objeto de reorganizar la compañía porque faltaba gente. Porque hubo casos de que los Aliados habían encontrado a españoles desperdigados como nosotros y los habían tomado como alemanes parachutados y disfrazados, y lo pasaron mal.

Después del armisticio, nos llevaron al Departamento de Loire, a Roanne. Allí había un arsenal y teníamos que destrozar los cañones con sopletes, hacerles agujeros y embarcarlos en vagones para llevarlos a Alemania donde los fundían y hacían otros nuevos. Allí estuvimos hasta finales del 41 en que los alemanes vinieron a hacernos unos exámenes para llevarnos a trabajar a la base submarina de Burdeos. Yo fui seleccionado. De la base submarina de Burdeos me evadí con un camarada madrileño, Chamorro, y un catalán. Volví a la compañía, que me envió a trabajar como campesino a una finca. En esa finca entré en contacto con gente del Partido Comunista francés.

Ellos me daban pasquines para distribuirlos. Y un día me pillaron con los pasquines y me interrogaron que quién me los había dado. Yo decía que los ingleses habían pasado tirando, y ellos me decían que no, que los ingleses no hacían pasquines así, que los hacían con banderitas, muy adornados. Me llevaron a la cárcel de Saint Paul en Lyon, y como estaba llena me llevaron a 11 kms, al fuerte de Chapolí, en Saint Genis les Olliers.

En ese fuerte me metieron en los sótanos y allí yo viví una de las aventuras más felices de mi vida. Porque no hice más que llegar y me cortaron el pelo al cero. El peluquero era un español. En ese fuerte había un mando alemán, un coronel francés que mandaba todas las Compañías de Trabajadores, como de la que formaba yo parte, de la Región de Lyon. Y me metieron en el sótano en que tenían el carbón. Dos veces durante la semana vino a interrogarme el comisario con otro policía. Querían saber quién me había dado esos pasquines. Yo les decía que me los había encontrado por el suelo creyendo que los Aliados los habían tirado. No me torturaron, me pegaron dos o tres bofetadas nada más. Me metieron después en una celda en que estábamos 17. Había judíos polacos, judíos luxemburgueses, dos armenios y un camarada de nuestra compañía que estaba allí también.

Y vino el barbero a afeitar a la gente, el español. Y me dice a mí, yo a ti te conozco, pero de dónde eres, pero si somos de la familia, somos de casa. Este era un lenguaje que empleaba el Partido Comunista español.

Yo me decía, en buenas manos he caído, le decía, pues chico yo no tengo familia aquí y tal y qué sé yo. Y no le hice caso. Y saliendo a trabajar al patio, estando en el pasillo formados, viene otro español que me dice, no tengas miedo que aquí hay gente de casa. Digo, vaya, otro. Salimos al patio, yo estaba serrando leña con un luxemburgués y viene el jefe alemán y me llama. Me cuadro ante él, como era la costumbre, y me dice, ven conmigo, vas a ir a trabajar a intendencia, vas a ir con Márquez, porque tú conoces a Márquez. Digo, sí... Yo estaba un poco mosqueado. Y de qué le conoces. De cuando pasamos la frontera, si es que es el mismo, digo yo. Mira, él es el jefe de la intendencia, aquí hace lo que quiere y si dice que te puedes comer todo, te lo comes, y si dice no tocar nada, no toques nada.

Y entro y me dice, coño, Alonso, y me abraza. El alemán dice, aquí tienes a tu amigo, y se marcha. El que me han presentado como Márquez me dice, bueno, y qué tal por ahí fuera la familia. Yo digo, me estás tocando ya..., si yo no tengo por aquí familia. Se echó a reír y me dice, tú conoces a Cristóbal que es zapatero. Digo, no, yo conozco a un Cristóbal zapatero que era de la edad de mi padre, que estaba en la misma compañía que yo, pero que había desaparecido de la compañía no sé por qué.

Se fue a buscar a Cristóbal. Cuando me vio el viejo me abrazó. Y me explicó: en el mando de todas esas compañías, el secretario del coronel, el jefe de la intendencia, el barbero, los cocineros, eran todos comunistas, era el Estado Mayor del Partido Comunista infiltrado ahí dentro. Y, claro, había llegado el secretario del comandante por la tarde y les había dicho, ha llegado aquí un camarada que seguramente va a pasarlo muy mal porque le han cogido con pasquines del Partido francés, un tal Alonso, de tal grupo. Y les dijo, hay que sacarlo de aquí. La cosa vino por ahí. Entonces, yo estaba en Intendencia, y cuando me iba por las tardes a dormir me llevaba los bolsos llenos para llevarles un poco a los otros del Partido. Yo estuve allí tres semanas, no llegó.

Una noche empezamos a oír camiones que llegaban, que llegaban, que llegaban, y a las 9 de la mañana viene Márquez, el de intendencia, y el barbero, vente enseguida, con un teniente francés que se llamaba Rovin, me dan mi ropa y me dicen, tienes que marcharte, porque esos camiones venían de hacer una rafea en Lyon, de judíos, y venían a completar el cargamento con todos los que estábamos allí para ir para Alemania, a los campos. Y estos camaradas me hicieron salir del fuerte. No me encontraron una boina, que tenía el pelo al cero. Y el teniente francés, ese Rovin, me dio 100 francos que en aquella época era una fortuna, toma, ten cuidado, y que la próxima vez no te enganchen.

De mis años de militancia en el Partido, que yo dejé la militancia en el 46, tengo este recuerdo muy satisfactorio, porque yo no confundo tampoco la base de un partido, sea el que sea, con la dirección.

Volví a la compañía, porque el teniente francés me dio una nota como que estaba liberado del fuerte. Y la compañía me envía a Saint-Étienne, a una fábrica de productos químicos donde trabajaba mi padre. En esta fábrica el Partido estaba bien organizado. Hacíamos sabotajes. Se ponía ácido nítrico, del cual llevo aquí las señales, saboteábamos las cubas antes de que se marcharan para que durante el trayecto a Alemania se perdiera todo. Y luego, en Saint-Étienne participé en misiones más importantes que no puedo relatar...

(50 años después...) Eran atentados directos contra oficiales alemanes y esto lo hacíamos por grupos. Yo tenía la misión de informarme de las horas, de trayectos de aquí y de allá, esa era una parte de mi misión. Y en ese grupo mixto, de polacos, españoles y franceses, un domingo estando yo en Saint-Ètienne, un chico de 18 años que vivía con su tío, amenazó con la pistola a su tío. El tío logró calmarle, y cuando logró calmarle se fue a denunciarle a la policía. Le detuvieron y el chico habló. Pero eso yo lo supe después. Nos detuvieron a la mitad del grupo. A mí, un domingo por la mañana cuando iba a coger mi turno a la fábrica. Me estaban esperando a la puerta. Esto fue en octubre del año 1943.

Había un autobús que bajaba a Saint-Ètienne y me llevaron esposado en él. Iba lleno de gente que bajaba al mercado, al colegio. Marchaban entonces con carbón los autobuses. Desde Roche la Mollière, la fábrica donde yo estaba, a Saint-Ètienne hay 6 kms y a cada parada la gente subía. Yo les pasaba los cestos y daba un puñetazo en la puerta desde dentro para que el autobús siguiera. Al llegar a Cote Chaude, que es una cuesta, les pasé las cestas a unas señoras que iban al mercado y en un momento determinado tiré la portilla de fuelle y me quedé fuera y eché a correr. Oía que decían, pare, pare. Pero escapé.

Me fui al barrio polaco, que era un barrio que entraba usted en el número 5 y salía en el 304. Se comunicaban todas las casas como en el viejo puerto de Marsella. Allí había polacos amigos nuestros y les expliqué lo que me había pasado. Me camuflaron, entraron en contacto con los responsables de nuestro partido. Y a los diez días me llamó el responsable del partido y me presentó a un chico vasco, que venía a ver a su esposa que la tenía allí pero él estaba en el Ariège como cocinero en un tajo de leñadores, también del partido. Y me bajé con él al Ariège con la Brigada de guerrilleros del Ariège.

Llego a esa Brigada, yo bien vestido, veo a un grupo de seis hombres como pordioseros en una casa derrumbada y pasa un día, y pasan dos, tres, cuatro... Esto era la 3.ª Brigada. Estaba el jefe de la Brigada que se llamaba Mateo, el jefe de Estado Mayor, que se llamaba Conejero, el comisario político, un asturiano que valía más que todos los mandos que hemos tenido en Francia, «Pichón», Ramos que se encuentra en Toulouse y un tal Miguel. Y otro que llamábamos «el Canalla», nunca supe su nombre. Se encontraba también el jefe de la División que era Acebedo, que fue después jefe de Estado Mayor de la Agrupación de guerrilleros, un gallego, con su comisario político de División, Moreno, que se encontraba de paso.

Y me llaman aparte. Me veían todas las mañanas ir a lavarme a un riachuelo que pasaba por allí cerca. Y decían los otros, este se cree que viene aquí de vacaciones. Entonces, me llaman ese día aparte y me dicen, camarada, aquí has venido a una Brigada de guerrilleros, pero con una seriedad y una cosa, como ya puedes ver nos jugamos la vida con una pistola, por el día hacemos leña y carbón y por la noche vamos a tirar algún transformador o alguna columna, sabotajes, así que si te conviene te quedas con nosotros y si no, te ponemos a disposición del partido. Ponerme a disposición del partido representaba enviarme a un tajo simplemente a hacer leña. Yo les dije, bueno, me enviáis a disposición del partido. Y me dice, claro, ya dice «Pichón» que no todo el mundo vale para jugarse la vida con una pistola. Dije, ahora has hablado como un hombre, pero aquí es que no se puede jugar uno la vida con una pistola porque es que no tenéis más que una para seis.

Ese mismo día, por la tarde, llega un chico de un pueblo que se llama Lavelanet, que dice que había un golpe terrible a dar en la Perception (un anexo de Hacienda donde se pagaban las pensiones). Hablaba de un millón. Yo les escucho. No sabían qué hacer. Yo les dije: ¿Cuántos habitantes tiene Lavelanet? 7000 habitantes. Digo, entonces no hay comisaría de policía, no hay más que una gendarmería. ¿Cómo lo sabes tú? Por mis atribuciones antes de venir aquí. Les dije: si me dais un arma y quien me acompañe, antes de irme a disposición del partido, voy a buscar esos cuartos, hombre.

Al día siguiente, a las 6 de la mañana, nos despiertan a todos y me dicen, como ayer te propusiste, camarada, si quieres te damos un arma, tenemos también dos granadas y tal. Me dan la pistola y vienen conmigo Ramos y «el Canalla». Pero «el Canalla» no sabía montar en bicicleta y tuvimos que andar una hora por el camino de tierra enseñándole. Hacía falta tener agallas para lanzarse a una aventura así. Llegamos allí y estaba lleno de bicicletas delante de la puerta. Eran de la gente que iba a recoger sus pensiones. Dije, bueno, vamos a dar una vuelta por ahí.

Volvemos y lo mismo. Y entonces les dije, hay que esperar a mediodía, cuando se vayan a comer. Y así lo fue. Nos llevamos 335000 francos. Había un señor y dos empleadas. Dijimos: manos arriba, no se muevan que no pasará nada. Venimos a buscar el dinero, no venimos como atracadores, somos de la Resistencia, nos hace falta para comer y vestirnos y para ayudar a los amigos encerrados en el campo de Vernet, así que por favor no se muevan. Abre el cofre, yo tenía una mochila, la llenamos. Yo tenía la pistola, Ramos la granada, que no hacía más que pasarla de una mano a la otra para que se la vieran.

Y hay una escena bonita, y es que había una puerta que comunicaba con un despacho y esa puerta, lo supimos después, daba a la vivienda del señor. Y llega una criada, abre la puerta y dice, señor, ya está la comida hecha, y cuando nos vio la pistola, levantó las manos y se quedó..., tenía una cucharilla de café en la mano... Ese detalle se me quedó grabado. Dije, pase, que no le va a ocurrir nada. Y dije: le voy a hacer confianza, no le corto el teléfono, pero hasta las dos de la tarde no telefonee usted, porque si telefonea, una noche de estas a lo mejor su casa va a volar, por eso le advierto. Mandamos a «el Canalla» delante con su bicicleta, y ve venir a dos gendarmes que iban a comer seguramente, y da cuatro o cinco vueltas así con la bicicleta aquella, la gente mirándole y riéndose, pero se pudo enderezar. Llegamos al maquis, estaban inquietos. Era la primera vez que se hacía una cosa así.

Acebedo viene y dice: a ver. Yo, antes de abrir el macuto digo: un momento, os quiero decir a todos los que estáis aquí que en esta peluquería me ondulo el pelo yo. El que quiera tenerlo bonito como yo, la próxima vez que venga conmigo. Hombre, no hay que ser tan irónico. Esto fue l'entrée en matière, como dicen en francés, con la 3.ª Brigada. Y a los pocos días, di otro golpe a un coche de correos, pero allí había 26000 francos solamente.

Y el jefe de Estado Mayor, Conejero, nos dijo un día: bajo a Varilhes, voy a llevar ropa a lavar en casa de una familia, que se llamaba Blanco. Y no lo volvimos a ver más. Y resulta que nos enteramos más tarde de que le habían detenido y fue deportado a Alemania. Pero le detuvieron porque había ido a ver un partido de fútbol. Me ofrecieron a mí si quería coger el Estado Mayor de la Brigada, dije que sí con la condición de que me dieran un poco carta blanca. Me dijeron que sí.

El jefe de la Brigada, que era Mateo, un chico muy majo que estaba tuberculoso y cardíaco, el pobrecillo. Era un hermano para mí. Él me dijo, tú vas a llevar la Brigada porque yo, mira como estoy, y lo que hagas estará bien hecho. Por eso hoy día se habla de mí y no se habla del jefe de la Brigada.

Yo era un extranjero para ellos. Porque yo venía del centro de Francia y ellos no habían salido del Departamento de Ariège. Yo no hice parte de sus camarillas. Y a pesar de los éxitos, que esa Brigada llegó a tener 350 hombres efectivos en 3 Batallones, pues a pesar de todo, nunca fui una persona muy grata para ellos. Sólo era grato cuando venían a buscar dinero los grandes del Estado Mayor de la agrupación o bien, después de la liberación, cuando tuvieron necesidad de mí para hacer gestiones ante las autoridades francesas.

Yo me hice cargo de esa Brigada con la que controlábamos los nudos importantes de carreteras del Departamento. Atacamos una Escuela de Gendarmería que había en Pamiers, una fábrica de Altos Hornos que aún existe, transformadores, máquinas de caminos de hierro. En Tarascon-sur-Arièges yendo a Andorra hay una fábrica de aluminio, hay un conducto de agua que baja de una montaña, y fuimos a sabotear las tuberías.

Por mediación de una maestra de un pueblo, que estaba en relación con nosotros y que hacía pasos, ésta me hizo conocer a otra maestra de un pueblo próximo que estaba casada con un armero de la Escuela de Gendarmería, y éste nos reparaba armas si estaban deterioradas y demás. Una tarde esta maestra me hace saber que este armero que se llamaba Araguy quería verme urgentemente en su casa a las 8 de la noche. Y me desplacé. Había otro señor con él, que yo no conocía, que era el jefe de los parachutages del Ariège. Y había ocurrido un caso, es que había un grupo de civiles que habían recibido un parachutage o dos, pero como no tenían maquis, camuflaban los containers en el bosque, cogían lo que a ellos les interesara y dejaban escondido el resto. Y una tarde, un jueves, que entonces eran los jueves cuando los chicos no tenían escuela, los chavales jugando descubrieron un container y andaban jugando con pistolas. Y, claro, el hombre éste, asustado, fue a ver al armero para ver si conocía un maquis competente, y le puso en contacto con nosotros, los españoles. Este señor nos facilitó a partir de ese momento, a los españoles, dos o tres parachutages antes de la liberación, con lo que pudimos armar bien a nuestros batallones. Esto nos ocasionó mucha tirantez con los maquis franceses.

Un mes antes de la liberación, nos habían enviado un nuevo jefe de Brigada, porque a Mateo como estaba tan enfermo le enviamos por mediación de familias francesas a una finca a reposar. El nuevo jefe de Brigada venía de Marsella y no conocía los bosques ni nada. Se llamaba Arroyo. Y nos señalan un parachutage. Yo le digo a Arroyo: bueno, tú sabes que tengo que irme a Saverdun que tengo una reunión. Me dice: sí, tú vete a la reunión, que nosotros cogeremos el parachutage. Y cuando regresé a las cinco de la mañana, le pregunto, -51- Arroyo, qué tal el parachutage. Me dice, bien, ha habido carne. Y al decirme, ha habido carne, yo digo alarmado, qué ha pasado, cómo ha sido eso. Dice, no, no te alarmes, nos han enviado gente, una misión interaliada, les tenemos en una finca, pero vienen a tomar contacto contigo, con el capitán Robert. Entonces no teníamos grados, éramos jefe de Estado Mayor o jefe de la Brigada, pero sin grados. Y es que el jefe de los parachutage había dado mi nombre a Londres y a Argel, el maquis del capitán Robert, me había dado un título sin saber lo que era en realidad. Entonces cogimos un coche, porque ya teníamos coches y teníamos camiones, y nos fuimos a buscarles.

Y allí ya vi una decepción en el general Bigear éste. Me presentan y yo iba, fíjese usted, 25 años, con pelo teñido de rubio porque me habían detenido una vez en Foix, y con pantalón corto y la pistola-metralleta, y me presento. Me da la mano y me miró y yo vi en su mirada la decepción porque yo creo que se representaba al capitán Robert como un francés con el pelo ya canoso y se encontró con un chaval de 25 años que era considerado por ellos el jefe de los guerrilleros. Me dieron la mano. Había un Mayor inglés, un teniente canadiense, un alférez francés y un sargento radio, español, Cánovas. Les llevamos al maquis. Vieron la organización nuestra, los Batallones, les saludaron firmes, aquello les hizo una impresión muy buena, y, sí, él habla muy bien de nosotros, inclusive hoy, ¿verdad? y entonces, como estaban en comunicación con Londres, por radio, pues conocían los planes de liberación. Y nos informan: el día 18 de agosto, los franceses habían ocupado Lavelanet, Pamiers y Varilhes. Y nos dicen que el día 19 hay que liberar Foix.

Y nos preparamos para liberar Foix el 19 a las 5 de la tarde. Hago los partes para los tres Batallones, envío un enlace, que el enlace que fue a Saint Girons anduvo por lo menos 10 o 11 horas, el pobrecillo, para llegar a su sitio, con el objetivo de que cortaran la carretera de Saint Girons, la carretera de Ax-les-Thermes, el Segundo Batallón venía a cortar la carretera de Andorra que es la Nacional 20, y el Primero venía con nosotros, con el Estado Mayor y la Misión Interaliada. Les llevamos ante las puertas, y el Tercer Batallón se encontraba ya en el fregado con una columna alemana que venía de los Bajos Pirineos. El 24 Batallón tenía problemas con los camiones porque con ese carbón de la época y tal, tampoco llegó. Y entonces atacamos solamente con el primero.

La gente atravesó el río a nado en Aval y en Amont y abrimos una ametralladora en la montaña que domina Foix, porque en el puente había alemanes, para barrer el puente y pasar por allí, y nos infiltramos en la ciudad, y calle por calle, hasta el Liceo. Nos batimos, tuvimos dos bajas, y a las nueve de la noche los alemanes presentaban ya bandera blanca y se rendían. Fue liberada Foix solamente por los españoles de la 3.ª Brigada, el primer Batallón, y el segundo Batallón que llegó a las 7 de la tarde, que ya estábamos en pleno combate.

Al día siguiente nos instalamos en el mismo Liceo donde tenían los alemanes el Estado Mayor. Y recibo un golpe de teléfono diciendo que hay una columna alemana que viene de la frontera española, que viene hacia Foix por una carretera paralela a la nacional. Envío enseguida gente para allá y los tienden una emboscada en el pueblo de Prayols, que es pueblo donde tenemos el monumento. Allí se batieron y se rindieron. Había de 90 a 100 alemanes.

Esto fue el día 20. Y el día 21 y 22 de agosto de 1944 hubo otra batalla entre Saint Girons y Foix, a mitad de camino. Allí cogimos prisioneros entre 1300 y 1400, entre alemanes y mongoles. Nosotros éramos 350 de nuestra brigada, más una centena de franceses, entre diferentes maquis, y gente que se incorporó para ayudar. Pongamos que en conjunto éramos unos quinientos. Pero como estábamos desperdigados, como es papel de una guerrilla, ellos se creyeron que éramos mucho más numerosos. Cuando sacaron bandera blanca para parlamentar, el general Bigeard y el inglés que iban con uniformes, les dijeron: somos tropas parachutadas, están ustedes cercados por todas partes. Entonces el general alemán se rindió, pero después de dos días de combate en los que progresaron un kilómetro y medio o dos, no pudieron más.

Les llevamos a Foix, naturalmente, y fueron a ocupar las plazas que habían quedado vacías en el campo de Vernet. Y le diré que en la batalla de Prayols había con los alemanes cuatro o cinco españoles de la División Azul.

Pascual Sangüesa (Guerrillero. Refugiado residente en Burdeos)
Y nos preparamos para liberar Foix el 19 a las 5 de la tarde. Hago los partes para los tres Batallones, envío un enlace, que el enlace que fue a Saint Girons anduvo por lo menos 10 o 11 horas, el pobrecillo, para llegar a su sitio, con el objetivo de que cortaran la carretera de Saint Girons, la carretera de Ax-les-Thermes, el Segundo Batallón venía a cortar la carretera de Andorra que es la Nacional 20, y el Primero venía con nosotros, con el Estado Mayor y la Misión Interaliada. Les llevamos ante las puertas, y el Tercer Batallón se encontraba ya en el fregado con una columna alemana que venía de los Bajos Pirineos. El 24 Batallón tenía problemas con los camiones porque con ese carbón de la época y tal, tampoco llegó. Y entonces atacamos solamente con el primero.

La gente atravesó el río a nado en Aval y en Amont y abrimos una ametralladora en la montaña que domina Foix, porque en el puente había alemanes, para barrer el puente y pasar por allí, y nos infiltramos en la ciudad, y calle por calle, hasta el Liceo. Nos batimos, tuvimos dos bajas, y a las nueve de la noche los alemanes presentaban ya bandera blanca y se rendían. Fue liberada Foix solamente por los españoles de la 3.ª Brigada, el primer Batallón, y el segundo Batallón que llegó a las 7 de la tarde, que ya estábamos en pleno combate.

Al día siguiente nos instalamos en el mismo Liceo donde tenían los alemanes el Estado Mayor. Y recibo un golpe de teléfono diciendo que hay una columna alemana que viene de la frontera española, que viene hacia Foix por una carretera paralela a la nacional. Envío enseguida gente para allá y los tienden una emboscada en el pueblo de Prayols, que es pueblo donde tenemos el monumento. Allí se batieron y se rindieron. Había de 90 a 100 alemanes.

Esto fue el día 20. Y el día 21 y 22 de agosto de 1944 hubo otra batalla entre Saint Girons y Foix, a mitad de camino. Allí cogimos prisioneros entre 1300 y 1400, entre alemanes y mongoles. Nosotros éramos 350 de nuestra brigada, más una centena de franceses, entre diferentes maquis, y gente que se incorporó para ayudar. Pongamos que en conjunto éramos unos quinientos. Pero como estábamos desperdigados, como es papel de una guerrilla, ellos se creyeron que éramos mucho más numerosos. Cuando sacaron bandera blanca para parlamentar, el general Bigeard y el inglés que iban con uniformes, les dijeron: somos tropas parachutadas, están ustedes cercados por todas partes. Entonces el general alemán se rindió, pero después de dos días de combate en los que progresaron un kilómetro y medio o dos, no pudieron más. Les llevamos a Foix, naturalmente, y fueron a ocupar las plazas que habían quedado vacías en el campo de Vernet. Y le diré que en la batalla de Prayols había con los alemanes cuatro o cinco españoles de la División Azul.

Luis Menéndez Viña (Ex-guerrillero residente en Toulouse)
En julio del 39 vinieron al campo de Argelès a pedir asturianos para ir a trabajar a una mina al lado de la Línea Maginot. Fuimos 40. Llegamos allí y no había compañía de Trabajo. Yo había estado unos meses en París y chapurreaba el francés. Vino un gendarme para que yo tradujera lo siguiente. Dijo: aquí no estáis vigilados porque la Compañía de Trabajo está lejos de aquí. Vais a estar muy bien. Vais a trabajar en la mina, pero acordaros de lo que os digo: no tendréis más derecho que a comer, trabajar, dormir y cagar. Cuando ustedes salgan de la mina vendrán directamente a la hostelería.

La única salida que teníamos era los domingos que dábamos una vuelta por el pueblo. Pero muy poca cosa, porque allí no había llegado la emigración española y nos extrañaban. La gente del pueblo nos llamaban «rojos». Tenían la obsesión de «los rojos». Incluso el mismo cura que vino a vernos un día preguntó a un chico español que cuántos curas había matado él. Esa era la mentalidad de entonces hacia nosotros. No éramos muy estimados por aquella gente.

Empezada la guerra, vino la desbandada. Yo, con un grupo de asturianos, llegamos a Epinal. Allí decidimos ir a Burdeos. ¿Qué problemas teníamos nosotros? A España no podíamos ir. Y había que escapar lo más lejos posible de los alemanes. Viniendo de la frontera alemana yo llego aquí a Toulouse en noviembre o diciembre de 1939. Y me detienen por falta de documentación y me llevan al campo de Argelès otra vez. Ya era un campo más sofisticado, ya había retretes. La primera vez que estuve allí, no había, íbamos a hacer del cuerpo al lado del mar. Había más organización, más gendarmes, más senegaleses. Y allí se forman las Compañías de Trabajo para el Mediodía de Francia que no estaba ocupado. Yo fui con un grupo al Ariège, a Auzat.

Estando en Auzat llegó, en el 41, procedente de Montauban, un paisano nuestro que se llamaba Álvarez, de nombre simbólico «Pichón»; un tal Ríos, que no se llamaba Ríos, y Antonio Molina. Vienen a hacer los primeros contactos para formar grupos, que entonces se llamaban compañías especiales. Esto fue a principios de 1941.

Y ya se fueron constituyendo grupos cuasi militarizados. El único inconveniente es que los mandos estaban siendo ocupados por quienes estaban entonces preparando el famoso organismo «Reconquista de España»; que más tarde sería la UNE (Unión Nacional Española) que debía haberse llamado UNCE (Unión Nacional de Comunistas Españoles) porque eran ellos los fundamentales. De todas formas hay que rendirles el honor de reconocer que fueron los únicos en aquella época que han hecho algo para movilizar a la gente. En nuestros medios confederales no sólo no había coordinación sino que había mucha gente que no estaba de acuerdo con el hecho de que había que estar tratando con comunistas. Allí, los comunistas que había a mí no me estorbaban porque me dieron bastante facilidad para mandar algo, pero bajo el mando de otro grupo.

Ríos fue el que más tarde organizó el XIV Cuerpo de Ejército Guerrillero. A este le mataron los alemanes en un pueblo, al lado de Varilbes, en el Ariège. Sánchez, el zapatero, Antonio Molina, Facundo Famada, encontramos a esta gente más tarde en deportados o en matados por los alemanes. Y a Avila. Se formó un Batallón especial, -bueno, un Batallón estaba compuesto de no más de 600 hombres en aquella época- que más tarde va a ser la 3.ª Brigada de Guerrilleros que mandó «Robert» Alonso en el 43.

Una Brigada estaba compuesta de 3 Batallones, pero cada Batallón tendría 50 o 60 personas, las cosas como son. O sea que no había miles y miles de gente porque no había manera tampoco ni confianza para formarlos. La prueba es que nosotros fuimos casi todos detenidos porque uno o una nos vendió, si no los alemanes no nos enganchan. Estábamos estructurados.

Y allí el que mandaba el Batallón era Antonio Molina que venía del Aude. Era un miembro influyente del Partido Comunista y, ¿cómo se dice? illettré, analfabeto, pero era hombre de confianza de Ríos y de «Pichón» y de Zapatero. Eran ellos los que tenían copado todo. Cuando venían del Aude, allí tenían el grupo fabricando carbón de leña para los coches, y allí ya tenían grupos pero que no eran de ejecución, eran grupos políticos. La verdadera ejecución estuvo con nosotros que empezamos a recuperar dinamita de las canteras y participamos en sabotajes: pilonas eléctricas, en líneas de hierro, chemins de fer, las conductas de agua. En una de ellas se produjeron 140 detenciones.

La confianza con los franceses de la Resistencia vino más tarde, cuando Alonso ya empieza a instalarse en pueblos y vinieron a verle los francotiradores comunistas, pero ya en el 43. Durante el 41 y el 42 la única resistencia que había estaba compuesta por españoles. Esto es lo que tenía extrañados a los alemanes. El alemán que nos detuvo dijo: estos chicos no saben hablar francés. A mí no, pero a Famada le dijeron: no teníais que haber hecho nada, porque nosotros contra vosotros no tenemos nada, es Franco el que tiene que ver con vosotros. Pero Famada terminó en Buchenwald.

Diego Chacón, un chico de Granada, y un tal Sebastián Martínez, éramos en total cinco o seis, preparamos con dinamita para volar tubos de agua, enormes tubos de dos metros de diámetro que hacían marchar una central eléctrica de una fábrica de aluminio, el aluminio necesita mucha electricidad para fundir. Este era el sentido de lo que nos ocupábamos, sabotajes. Pero mucho del material que recuperábamos, sobre todo la dinamita, iba a parar a otros maquis.

Dinamita teníamos la que nos daba la gana. La sacábamos de los pantanos en construcción. Los mineros allí eran casi todos asturianos. Iban a tirar dinamita a las cuatro de la mañana y volvían con 500 gramos que no explotaban y que metían en un macuto. Los otros grupos guerrilleros venían en bicicleta a recoger la dinamita.

Los franceses sabían que hacíamos algo, pero les daba mucho miedo protegernos. Si había que decir la verdad, poca confianza teníamos con la acción francesa. Alguna confianza vino, como éramos jóvenes, con algún amigo francés, cuando íbamos a charlas, entonces no había bailes ni había nada, o cuando discutíamos en el trabajo y te preguntaban qué hacías en España, cómo vivías. Ahí ya se hacía amistad y les contábamos algo. Y estos podían servir, pero para poca cosa. Excepto, por ejemplo, con el hijo del Alcalde que como éramos amigos íntimos y tenían una camioneta, pues yo para ir a Tarascón no tenía problema.

Teníamos entonces no un carnet de identidad, un reçupissé (salvoconducto). Con aquellos salvoconductos no podías trasladarte a otro Departamento. Pero nosotros, en bicicleta o como podían, venían del otro Departamento, de la parte del Aude, venían de Toulouse, pero de una forma clandestina. Yo conseguía un salvoconducto firmado por el Alcalde porque era amigo de su hijo.

En el 42, ya llegó Oria. Este fue jefe de la 3.ª Brigada, formada por tres Batallones, uno que estaba en el centro del Departamento, otro que estaba al este y el otro, al oeste, para marcar todo el Departamento con el objeto de, un día u otro, atacar si era necesario, si los alemanes llegaban. Eso ocurrió más tarde, ya eso yo no lo vi, pero sin ningún francés todavía. Todavía no había ningún francés, excepto un garajista de Varilhes, un cartero de Varilhes y un profesor de Liceo de Foix, primeros contactos que tuvimos con franceses.

Más tarde varios franceses nos buscaron para hacer pasajes a Andorra. Y en este famoso Batallón se formó un grupo de gente para ayudar a pasar a Andorra. Ese grupo lo mandaba un tal Cuenca, del Partido Socialista. Él no quiso venir con nosotros porque tenía, desde España ya, un aborrecimiento de los comunistas, porque había sufrido bastante con ellos, con los de El Campesino, era una alergia lo que tenía con ellos. Se llamaba Álvarez Cuenca, que era de Cuenca el chaval; pero su nombre verdadero era Álvarez.

Y este fue el primero que me vino a ver a mí con ese profesor de Foix. Me explicaron que teníamos que estar en contacto con los franceses y me dieron rendez-vous en el hotel Saint Vincent, que existe todavía, en Foix. Yo les he dicho la verdad, que teníamos mucho miedo porque estábamos hartos ya de ser tratados de rojos y de criminales y de ser tratados como gente que juegan en el equipo de reserva, en el trabajo, en la habitación, en todos los aspectos. Quieras que no, mentalmente éramos unos minusválidos de la población francesa. Después de la liberación se dieron cuenta con quien trataban, pero entonces no. Y tampoco nosotros les teníamos mucha confianza.


Yo me marché del Batallón por culpa de Molina, porque no me gustaba estar mandado por un burro, las cosas como son. Y ya entré en contacto con Álvarez y con Combat. Esto ocurre en junio, julio, agosto del 42. Encuentro a Molina y tres mandos más de guerrilleros en Andorra donde ya había un puesto de commandement, pero organizado por el Partido Comunista español en la Massat, era ya el tentáculo. Y yo le he dicho a Molina aquel día: ¿quién tiene los documentos? Hacían reuniones y todo. Dice: no, están en un sitio seguro. Pero yo los he visto después en poder del juez, no estaban en sitio seguro. Y es que allí entraron ya en el grupo una familia de españoles, pero que estaban en Francia desde antes de la guerra, «españoles blancos» se llamaban, y otra familia de franceses.

A últimos del año, antes que a mí, detuvieron a Hubert, a Manolo, que era un jefe de la 18 Brigada de la División Durruti, la 26 División. Al mismo tiempo detuvieron a 7 u 8 más. No lo dimos importancia porque a Hubert le cogieron viniendo de Andorra y a lo mejor se creían que venía haciendo contrabando. A mí me detuvieron durmiendo. Me despertaron dos policías alemanes acompañados de dos gendarmes, en Olbier. Era diciembre del 42.

De allí me mandaron al lado de Tarascón, al cuartel de los alemanes en Ornolac, y de allí me llevaron a la cárcel de Foix. Allí me encontré con todo el mundo del Batallón. Allí permanecí un mes y medio, y me sacaron porque el greffier no nos pudo probar nada. A mí, a un rumano que estaba con el nombre de González pero que no era su verdadero nombre, que venía de las brigadas internacionales, a Chacón, a diez o doce, como no pudieron encontrar nada, no nos pasaron al tribunal, nos mandaron directamente al campo de Vernet.

Los alemanes tenían la lista completa de todo. A mí me dijeron: y usted siendo anarquista, ¿cómo se entiende con los comunistas? Bueno, ese era otro problema. La verdad era que los chavales que estaban conmigo trabajando eran todos comunistas. Los socialistas que eran amigos míos, y los anarquistas, estaban, como Cuenca, en Foix. Pero donde estaba yo eran todos comunistas. Los mejor organizados eran los comunistas. Ahora, eran la gente más fácil a manipular también. Los anarquistas y los socialistas éramos más difíciles de manipular.

Testimonio de Óscar Martínez Manchón, miembro de la Resistencia y, más tarde, enrolado en el Ejército francés como paracaidista. Salí de Irún en el año 1936, porque entonces la tuvimos que evacuar. Estuvimos dos meses en Burdeos. Después regresamos a Barcelona. Allí pasamos toda la guerra y el 2 de febrero de 1939, después de haber pasado en un tren, en vagones de bestias, que nos bombardeaban las pavas italianas, pasamos la frontera por Puigcerdà.

Fuimos a dar a Èpernon, en el Eure-et-Loir, a 60 kilómetros de París, porque en Chartres, que es la capital de Eure-et-Loir, hicieron un campo de concentración. Pero nosotros, 37 personas, tuvimos la virtud de que nos cogieran y nos llevaran a un pueblo de 2000 habitantes, a Èpernon. Y allí, una cosa curiosa, al contrario que todos los demás españoles que han sufrido los campos de concentración, nosotros tuvimos la gracia o lo que sea, de haber sido bien tratados.

Para explicarlo bien: el presidente de la acogida a los españoles era doctor, y era Cruz de Fuego, que entonces eran los máximos extremistas de derechas, que eran un poco proalemanes pero que cuando los alemanes invadieron Francia eran nacionalistas por encima de todo. Y el secretario era el cura. El resto del comité eran los profesores y la directora de la Escuela laica de Èpernon. Nosotros éramos los que hacíamos la comida para los niños y de ello comíamos con los cuadros, de modo que estuvimos perfectamente bien cuidados, a pesar de que una parte de las mujeres dormían en el convento de monjas, y nosotros, en la iglesia, con el cura. Pero nunca nos obligaron a ir a misa ni nada. Y se portaron, tanto el alcalde que era Cruz de Fuego, como los demás, enormemente bien con nosotros.

Salimos de ahí cuando los alemanes ya estaban avanzando por Francia y fuimos a dar a Bayona donde estuvimos dos años. Mi padre quedó en la zona libre y nosotros estábamos en la zona ocupada, por lo que estuvimos separados. Luego me vine para Toulouse para tratar de ir a la Escuela de Música, pero no pude hacerlo porque los españoles en aquellos momentos teníamos que trabajar obligatoriamente, estábamos en Compañías de Trabajo.

El día que comenzó la guerra mundial yo estaba en Bayona. Recuerdo muy bien, luego, el derrumbe de la Armada francesa, que no resistieron nada. Confiaban en la línea Maginot pero los alemanes pasaron por Bélgica y enseguida invadieron Francia. Llegaron enseguida a Bayona y a Hendaya y por allí establecieron la división entre zona libre y zona ocupada.

Nosotros estuvimos dos años en Bayona en casa de una tía que estaba casada con un francés. Yo estuve trabajando en una serrería. Luego nos pudimos ir a la zona dicha libre, y allí es donde ya pude estar con mis padres. Nos reunimos todos en el Averon, a fines del 42. Dos meses después me vine a Toulouse con el pretexto de que quería hacer estudios de música. En ese momento me cogieron para una Compañía de Trabajo. Y tuve la suerte de poderme quedar en Toulouse trabajando en hacer el camuflaje para el campo de aviación.

Fue entonces cuando entré en la Resistencia. Vino a encontrarnos Jaime, un catalán que era del POUM. Cuando se enteró de que yo era un refugiado español vino a hablarme y yo seguí la línea. Entre los hechos que pudimos hacer estuvo que una vez entre los junquers que iban a Italia a bombardear nos encargamos de poner una bomba con su reloj para que explotase cuando estaban en el aire. Al principio estábamos en las FTP, que era un maquis dominado por los comunistas. Pero entonces los socialistas y los comunistas íbamos juntos en ese aspecto.

Nos pasó un caso. Había un aviador alemán que estaba en la Oficina Mayor del campo de aviación y era el que daba los informes de cuándo tenían que subir los aviones y todas esas cosas. Ese alemán, que fue una de las muchas cosas extrañas, decía que había sido comunista, trostkista, en Alemania. Y nos pasaba informaciones. Y resulta que un día nos propusieron colocar una de esas bombas de relojería en el avión de uno que era un canalla, según decían los responsables. Entre nosotros había comunistas y pasó una cosa. Resultó que en vez de poner la bomba en el avión que nos habían indicado, la pusieron en el de ese alemán, único que estaba con nosotros y nos facilitaba las informaciones. Cuando regresaron los aviones, llegaron los de todos menos el de él. Y yo comprendí, porque había oído decir a ese comunista que le odiaba porque decía que era trostkista. Y le dije, oye, qué has hecho, en qué avión has puesto la bomba, y me dijo, joder, después de todo es un alemán, y cincuenta mil pretextos. Ahí es donde yo empecé a no querer nada con los comunistas.

Luego, a mí me ocurrió lo siguiente en un bombardeo en Toulouse un domingo. Un tren con carga de B1, los célebres cohetes, llegó un sábado y creíamos que se iba a descargar el domingo. Pero aceleraron la cosa y descargaron el tren el sábado. Estaba previsto que vendrían los aviones americanos a bombardear el tren, un tren que ya estaba vacío. Nos cogieron al equipo nuestro de camuflaje y nos dijeron: mañana tenéis que trabajar, y nos dieron unas bombas, unos artefactos con su imán y demás, para ponerlos en los depósitos de modo que cuando vinieran los aviones, como los B1 ya no estaban en el tren, hacer ver que había sido el bombardeo el que les había alcanzado. Esto sería a finales del 44. Fue el único domingo en que hubo bombardeo en Toulouse.

Pusimos todo como nos habían dicho y llega la hora del bombardeo y que los aviones no llegan. Menudo conflicto. Nos jugábamos la vida por sabotaje. Estábamos ya decididos a desmontar todo, y cuando estamos en mitad de la pista aparecieron los aviones, y corriendo a todo correr llegamos a meternos debajo de un pequeño túnel donde estaba el tren. Empezaron a llover bombas y no nos pasó nada.

Cuando terminó la alerta y fuimos a cambiarnos de ropa, había caído una de las bombas en el vestuario y ya no quedaba nada. Tuvimos que ir con lo que teníamos encima, llenos de pintura. Uno de los responsables de la Resistencia me dijo: qué hacías allí, en la pista. Le expliqué y me dijo: vete a casa, coge la maleta y vete enseguida porque os han visto en la pista. Y me fui a Toulouse.

Luego estuve en el maquis del Bousquet d'Orbe en el célebre Puente del Gard. Cuando ya estaban siendo desalojados los alemanes volví a Toulouse y estuve con el FTP, el maquis comunista. Ahí me pasó también un caso: Estábamos en el Saint Marcet y éramos nosotros los que custodiábamos los depósitos de gasolina, porque estaba racionada y decían que la robaban los fascistas españoles que pasaban de España de acuerdo con los fascistas franceses. Y un día cogieron a un chaval, a un joven soldado español que se había pasado con armas y todo hacia nosotros. Era ya al final de la guerra mundial, en el 45. Cogieron el pretexto de que era un fascista y le dieron una paliza que le dejaron casi muerto. Decían que era un fascista, como le habían -cogido con las armas y todo. Yo en parte me lo creía. Fui a verlo a la enfermería y cuando le dije que era español, me abrazó y me dijo, me he pasado con las armas y todo y mira cómo me han dejado. Yo en parte le creía y en parte no. Le cuidé, le di de comer, que la comida escaseaba.

Yo me decía, aunque fuera un fascista, es cosa de humanidad el cuidarle. Y dos o tres días después sorprendimos una pequeña camioneta con los faros apagados en la gasolinera, robando gasolina. Les eché el alto por impresionar porque no tenía armas y era el teniente de mi compañía, los que habían detenido al chico. Me cabreé. Se disculpaban diciendo que la gasolina era para el partido. Al chico le habían cogido para justificar el robo de la gasolina. Le soltaron y le pusimos en contacto con las organizaciones clandestinas. El muchacho se fue hacia Pau.

Y de ahí ya me incorporé en la Armeé francesa, en los paracaidistas. Con las fuerzas francesas llegué a Estrasburgo recién liberada, para pasar a Mersteschen, por donde los Aliados cruzaron el Rhin, al lado de Espair, y allí estuve ocho meses ocupando Alemania ya terminada la guerra. Éramos las primeras fuerzas francesas que ocupábamos Alemania.

El alcalde de Mersteschen, alemán, era uno que le acababan de liberar de un campo de concentración, que le faltaba un brazo y era socialista, del SPD. Y ahí entré en contacto con los socialistas alemanes. Yo había heredado la ideología socialista de mi padre que participó en la Revolución de -59- Asturias del 34 por lo que estuvo detenido. Terminada la guerra yo volví a formar parte de las juventudes Socialistas y del Partido Socialista francés, ya que militó en los dos. Quiero añadirte que a Èpernon, donde los españoles fuimos tratados muy bien, volví al terminar la guerra y me trataron como a un héroe, con el nombre de Francia en mi hombro.
José Caballero con varios camaradas españoles en Annecy (Alta Saboya)

José Caballero, guerrillero en la Alta Saboya
Yo era teniente del Ejército de la República y fui herido tres veces, en Teruel, en el Ebro y en Segre. Pasé la frontera el 9 de febrero de 1939 por la Junquera. Tenía entonces 21 años. Fui internado en el campo de Saint Cyprien. Nos daban cada día un pan para 25 y una lata de sardinas para 10. Estábamos guardados por los senegaleses a caballo. Más tarde crearon Compañías de Trabajadores, mano de obra barata, para hacer carreteras, limpiar bosques, etc.

Me incorporé a la Resistencia a últimos del 42 en Doussard, cerca de Annecy. Porque los alemanes nos querían llevar a trabajar a Alemania y dijimos, antes que irnos a trabajar a Alemania preferimos coger de nuevo las armas para luchar contra ellos. Nosotros habíamos perdido una batalla pero queríamos continuar la guerra. Puede usted creerme que yo empecé la guerra el 18 de julio de 1936 y terminé en marzo de 1945 en Toulouse. Los maquis hacíamos sabotajes a los camiones alemanes, hemos volado algunos puentes y cosas de ese tipo.
Grupo de guerrilleros españoles en Annecy (Alta Saboya). Entre ellos, José Caballero

En febrero de 1944 yo fui uno de los 56 españoles que estuvimos en el Plateau de Glières. Los dirigentes de la Resistencia nos convocaron a todos los maquis en una montaña que llaman el Plateau de Glières. Este llamamiento lo hacían los franceses para hacer ver al mundo entero que había una cabeza de puente aquí, para que nos metieran armamento. Fue una concentración temeraria de guerrilleros. Éramos chicos muy jóvenes y los franceses de la Resistencia también eran muy jóvenes. Era un equívoco porque la guerrilla es otra cosa, es dar un golpe y desaparecer. Hasta el 27 de marzo estuvimos en esa montaña, con dos metros de nieve. Al cabo del tiempo nos atacaron, alemanes, milicianos, guardia móvil, artillería, aviación, y nosotros allí metidos, sin comer ni nada, no podíamos hacer nada. Llevábamos ya ocho días que no teníamos casi nada. La aviación alemana rompió todos los chalets, lo rompieron todo. Y el capitán de mi compañía ordenó la retirada y cada uno fue a salvarse como pudo.

Hoja de Servicios del guerrillero Roberto García

Roberto García, guerrillero
Asturiano de Gijón, reside actualmente en Marignier (Alta Saboya).
Cuando yo pasé la frontera por la Junquera en febrero del 39, tenía 15 años. Yo tenía un ideal como una casa de grande. Tenía el carnet de las Juventudes Socialistas Unificadas. Detenían a todos los españoles que consideraban comunistas, que no era verdad porque había también socialistas y anarquistas. A mí me encerraron en el castillo de Collioure. Yo estaba cerca de Machado, que no lo vi, por desgracia, el más grande poeta que ha tenido España.

Estando trabajando como leñador en las montañas cerca de Foix, me incorporé a la Resistencia. Cuando bajábamos a dar algún golpe a los alemanes, los demás leñadores y carboneros nos protegían y corrían tanto o más riesgo que nosotros. Nos cobijaban, nos daban de comer. Cuando había que hacer saltar un tren poníamos la carga debajo del raíl, entre las dos juntas del raíl poníamos dos chapas a una pila y la pila a los detonadores eléctricos y cuando el tren pasaba, pegaba y saltaba. Y las pilonas (torres eléctricas) eran la cosa más fácil, para hacerlas saltar no había que ser especialista.

En Prades, el 30 de julio de 1944, atacamos el cuartel general de la Gestapo, la villa Margarita, que habían jodido a varios españoles. A un capitán nuestro lo habían abierto de arriba abajo, vivo. Allí no hubo perdón. No quedó uno, ni secretaria ni María Santísima. Nosotros tuvimos dos muertos. De ellos no quedó ni uno. Era el año 1944.

Yo, después, he pensado, bueno, sobre todo aquello, pero cuando está uno allí, que ha visto tantas cosas malas, pues, mira, así fue. Los españoles hemos combatido por toda Francia, aunque especialmente en el sur. Pero podemos asegurar que la mayor parte de Francia está regada con sangre española.


Liberados los últimos reductos de resistencia alemana en Francia -los enclaves del Atlántico: Lorient, Saint Nazaire, La Rochelle, Royan y Verdon-Pointe-de-Grave, en cuya liberación participaron 6.000 españoles, entre ellos los Batallones Guernica y Libertad que combatieron en Pointe-de-Grave y concluida la guerra mundial, no faltaron algunos actos públicos de reconocimiento y homenaje a aquellos voluntarios, republicanos españoles, que tanto habían luchado por la liberación de Francia.

Ya el 21 de diciembre de 1944, en la Cúpula de los Inválidos, ante la guarnición de París, el general Cailliere impuso la Cruz de la Legión de Honor a seis republicanos españoles del maquis por su intervención en la liberación de Lyon donde fueron los primeros que penetraron.

El 21 de abril de 1945, en Cognac, en el desfile ante el general De Gaulle de las fuerzas que habían liberado la Gironda participaron los dos batallones españoles, el Guernica y el Libertad, con la bandera vasca y la bandera republicana española en cabeza. En ese acto, De Gaulle condecoró a los oficiales y soldados que más se habían distinguido en el combate. Entregó 11 medallas de la Cruz de Guerra a otros tantos combatientes españoles.

En Toulouse, el 14 de julio de 1946, el general Bergeron, jefe de la XVII Región Militar francesa, condecoró con la Cruz de Guerra a los guerrilleros españoles: coronel Redondo, teniente coronel Bermejo, comandante Amadeo López, comandante Manuel López, comandante Antonio Molina y al teniente Aguado.

En la propia Toulouse, el general De Gaulle al pasar revista a los guerrilleros en una de sus visitas al suroeste de Francia, les había dicho: «Guerrillero espagnols, en vous, je salue vos braves compatriotes pour votre courage, pour le sang que vous avez versé pour la liberté de la France. A cause de vos suffrances vous êtes des héros Franco-Espagnols».

En marzo de 1947 se celebró en el Velódromo de Invierno en París una gran ceremonia de homenaje a los héroes del maquis. Fueron condecorados indistintamente franceses y españoles, entre ellos Cristino García, a título póstumo. Los guerrilleros españoles presentes en el acto escucharon emocionados a Yves Montand interpretando el himno de los guerrilleros

En el cementerio de Père Lachaise, en París, se levantó un gran monumento dedicado «à la mémoire de tous les Espagnols morts pour la France en 1939-1945».

Pero estos y otros actos de reconocimiento y de fraternidad con los españoles que generosamente habían regado con su sangre el territorio francés, pronto se desvanecieron. Los españoles que con las armas en la mano ayudaron a liberar París pensando en Madrid y que tan eficazmente ayudaron a liberar Francia pensando en la liberación de España, quedarían de nuevo dolorosamente decepcionados.

Francia olvidó demasiado pronto a sus compañeros de armas. Durante 1945 y primeros meses de 1946, Francia parece decidida a exigir la retirada de Franco. Fueron los titubeos de los ingleses y de los americanos los que facilitaron el mantenimiento de Franco. Francia terminaría plegándose a ese punto de vista.

En 1947, una circular del Ministro del Interior francés, de 4 de diciembre, recordaba que los extranjeros estaban sometidos al derecho de reserva y que no se podía tolerar su intrusión en la vida política francesa. «Los súbditos extranjeros de la jurisdicción francesa participan con frecuencia en manifestaciones públicas y no demuestran, en su transcurso, la reserva y la neutralidad que deberían observar en un país que no es el suyo», escribía el ministro. «En el difícil periodo que atravesamos, estoy decidido a no tolerar cualquier intrusión (...) que se me señale. Se procederá a la expulsión inmediata de los extranjeros que, en el futuro, contraríen de esta manera las leyes elementales de la hospitalidad».

La autora francesa Marie-Claude Rafaneau-Boj al comentar esta circular del ministro francés del Interior escribe: «¡Qué cinismo! Apenas dos años antes, los detentores de este nuevo poder eran menos mezquinos. ¡No protestaban entonces contra la injerencia de los extranjeros en la vida política interior francesa! ¡No cabe duda de que la sangre se seca rápidamente al entrar en la historia!».




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