sábado, 27 de marzo de 2010

Currito el Guerrillero (1)



Luis García Bravo
Currito y Ana

Cuando llamé a Francisco López Herrera, “Currito” o “Quico” como le gusta que le llamen los amigos, para averiguar donde estaba su casa exactamente, al otro lado del teléfono solo escuché “¡Voy pá arriba!!”, a mí y a mí hijo David solo nos dio tiempo a empezar a andar, cuando de repente vimos cómo Quico subía la endemoniada cuesta ágilmente, como si tuviera veinte años. Salimos apresurados a su encuentro y en mitad de la calle nos dimos un fuerte abrazo, como es normal entre hombres que se aprecian y que además son amigos de verdad.

Currito abrió la puerta de su casa, y allí estaba su fiel compañera Ana, le dimos un cariñoso abrazo y después de comentar el sofocante calor que hacía, “Quico” nos enseñó su humilde hogar, una casa de una sola planta, baja, con una salita en la cual preside el clásico mueble-librería, de paredes blancas y en ellas colgados muchos cuadros y fotografías que representan , como suele decir Currito, toda una juventud truncada por los acontecimientos de una guerra que él no empezó, la posguerra, la lucha por la supervivencia y unos ideales de libertad e igualdad de oportunidades por los que a uno le llamaban "rojo".

Nuestro viejo guerrillero nos invitó a pasar a la cocina, junto a la lavadora, pues dado el calor que hacia, era la habitacion mas fresquita que hay en la casa. Ana dejó lo que estuviera viendo en la televisión y se vino con nosotros,para ver qué trapicheo nos traíamos los hombres, con tanta carpeta, fotos, grabadoras y cámaras fotográficas.

Quizás todavía, y sin que ella se dé cuenta, todavía protege con celo a su compañero Quico, el gran amor de su vida.

Cuando le apetece, ella se vuelve a su sillón y se sienta a seguir entretenida con su programa favorito en el televisor. Aprovecho para preguntarle discretamente a Francisco "Currito" que como está Ana, a lo que me responde “de la azúcar igual, ...ahora también tiene colesterol y se esta quedando un poco sorda del oído derecho, -comenta en voz baja- ...tengo que estar muy pendiente de ella, porque yo soy quien le inyecta la insulina.”

- A tí, Quico, te veo fenómeno, pues has subido esa cuesta de una forma tan ágil que ya quisiera yo, a lo que él, risueño y con esa mirada traviesa que le caracteriza, asiente con la cabeza como queriendo decir que los años no pasan en balde.

Quico, sin entrar en mas detalles cuando trato de decirle lo que vengo a hacer, me interrumpe diciéndome, "sin problemas, lo que tu quieras, estoy a tu disposición”, le digo que no empecemos a ponernos tiernos, los dos y reímos mientras que mi hijo David, alucinado escucha atentamente la conversación entre estos dos amigos, y tomando varias instantáneas fotográficas, a uno que padeció la guerra y al otro, el que escribe, que nació en 1948, cuando todavía andaban por los montes algunos guerrilleros.

La expresión de "ponernos tiernos", es porque tanto Francisco como yo tenemos las lágrimas prontas en los ojos, nos emocionamos fácilmente. La charla que mantengo con Quico y con mis amigos de la Sierra y los montes ("Sierra" para los guerrilleros del Sur, "Montes", para los del Centro y Norte), tanto andaluces como de otras comunidades autónomas, es sólo éso, hablar emocionada y animadamente entre amigos, y es para mí tener el gran honor de que así me consideren ellos, sabios de la vida, así como sus familias, ...incluso en algunas que me consideran de su propia familia.

Por eso quiero decir a todos los que lean estas líneas, que los Guerrilleros -los de verdad- eran y son personas normales, que tienen el corazón y los demás órganos en el mismo sitio que los demás, y que también sus sentimientos son iguales como los de los demás, son seres humanos. El hecho de que la vida, la Historia y sus circunstancias los hayan tratado como quiso el dictador y sus palmeros no da lugar a creerse todo lo que ciertos libros, documentos (Causa General, por ejemplo), etc, dijeron , y todavía dicen, de ellos. Ellos también tienen derecho a expresar su versión de lo acontecido.

Quico, que sufrió 17 años y medio en las cárceles franquistas por pertenencia a la guerrilla antifranquista y al PCE desde 1947, es una persona que soportó la gran pena de que su padre fuese fusilado al principio de la Guerra de España, y que incluso nunca llegase a saber dónde le enterraron.

Cuenta que estaba un día trabajando en las labores del campo, cuando alguien le avisó de que le iban a detener, y, sin pensarlo dos veces, Francisco escapó hacia una zona montañosa de Algeciras, entre la Granja y los Barrios, sabía lo que le esperaba si le detenían: torturas, vejaciones ...y el paredón, era hijo de un "rojo". Allí Francisco se unió a los huídos y guerrilleros que operaban y sobrevivían como podían en la zona. Era su única esperanza. Algunos de ellos eran naturales de los Barrios y Jimena de la Frontera. Francisco fue herido en el cuello en una emboscada de la Guardia Civil al poco tiempo de incorporase a la Guerrilla, cerca de Ronda, y estuvo oculto en la Serranía mientras le curaron, en una larga convalecencia entre la vida y la muerte, que duró aproximadamente dos meses.

En su huida a la Sierra dejó una novia en la Estación de San Roque, su amada Ana, quien le esperó pacientemente casi a lo largo de toda una vida, la que hoy sigue con él, su amada e inseparable Ana.

Francisco me cuenta, cómo algunas de las novias y esposas de guerrilleros subían a las montañas a verles, y lo que ellas y ellos se arriesgaban en aquellas visitas. “Había que tener mucho valor -dice Quico, emocionado- pero el amor es el amor.”. Le pregunto, cómo era la vida en el monte, bajo aquella presión de sentirse siempre amenazado, a merced de las inclemencias del tiempo, y el acoso de las contrapartidas de la Guardia Civil. Y, muy tranquilo, me empieza a explicar:

- Nosotros, al contrario de lo que algunos dicen, jamás estábamos en cuevas o casas, dormíamos y acampábamos siempre al raso, en pleno monte, teníamos unas lonas enceradas, una especie de hules, de los que se ponen en las mesas de las cocinas, con el que hacíamos una cabaña con cubierta a dos aguas, como las que se ven de esas tipo camping o canadienses de ahora -explica Francisco con detalle-, luego una vez montada, echábamos ramas encima para camuflarla; estas telas no dejaban pasar el agua, y en algunas ocasiones, hacíamos un surco en la tierra alrededor de la cabaña, para los bichos y que cuando lloviera evitar que no entrara el agua dentro de nuestro refugio, e incluso poder reutilizarla "

Hacemos un dibujo a medias, segun su descripción, del tipo de refugios provisionales que ellos se construían en sus acampadas de la Sierra.

- Cuando tú quieras, te demuestro como con un simple cobertor, hago una caseta como la del dibujo éste que has hecho y verás que el interior no se moja, afirma orgulloso Quico, gesticulando con sus manos.
- ¿Como hacíais fuego para que no os descubrieran.?
- En la sierra era muy dificil comer caliente, porque hacía falta tener tiempo para cocinar, y aún así el humo y el olor de la lumbre o de la comida nos delataban. El cocinero , edamás de ser bueno e ingenioso con los medios que tenía, debía ser un experto en hacer fuego sin humo ni olor. Aún asi siempre llevabamos con nosotros carbón, pero algunas veces, cogíamos leña muy seca para que no hiciera mucho humo, tanto el carbón como los alimentos los conseguíamos a través de nuestros enlaces. Pasabamos mucho tiempo escondidos, y cuando alguien nos veía, o creíamos que nos habían localizado, levantábamos el campamento y nos íbamos hacia otra zona.

- Particularmente -le comento- me ha llamado mucho la atención la cantidad de kilómetros que recorríais en una noche y como lo hacíais, erais capaces de hacer 50 kms a campo través, y de noche de una tacada...

- Siempre íbamos a campo traviesa, -contesta Quico- y cuando cruzábamos algún camino, uno de nosotros siempre borraba las huellas con unas ramas para no dejar rastro. Hice tareas de suministro para el grupo de Bernabé López Calle, el famoso "Comandante Abril" que había sido guardia civil republicano, y su lugarteniente Pablo Pérez Hidalgo "Manolo el Rubio", pero no llegué a verles en persona. Cuando marchábamos por el campo, en algunas ocasiones la Guardia Civil pasaba muy cerca de nosotros y, aunque alguien diga lo contrario, nunca abrimos fuego contra ellos, nuestra misión no era asesinar guardias como hacen esos cobardes que se hacen llamar "comandos" de ETA, ...esto puede parecer un cuento pero es verdad, y os lo puede asegurar cualquier guardia de aquella época.

Le pregunto, si en algunos momentos hombres tan jóvenes no se olvidaban de la situación que vivian y se reían o bromeaban entre ellos, y sin pensarlo, Quico comienza a cantarme algunas de las cancioncillas que ellos cantaban en el monte o en la cárcel: "Luz de su Divina Estrella, con su pqueño rayo, el Guerrillero huye...". Intenta acordarse de las letras pero se le olvidan algunas, tropieza, empieza de nuevo. Nos reímos los tres y Ana que lo escucha cantar acude y ya nos reímos a carcajadas los cuatro. Me llama la atención que Currito tiene buena voz , con timbre y sentimiento, y lo que más me llama la atención es que él siempre se ríe, continuamente.

La tarde ha transcurrido charlando, emocionados y riéndonos, pues cuando Francisco ya se arrancó a cantar no habia quien lo parara, no cabe duda que a mi amigo Francisco -Quico o Currito-, los sufrimientos y penalidades pasadas no pudieron borrarle ni la sonrisa ni las ganas de vivir, ni su forma rebelde de ser. Como aquella rebeldía innata, que le llevó 3 veces a las celdas de castigo en el tristemente célebre Penal de Burgos.

En la entrevista, que le hizo el cronista oficial de San Roque Antonio Pérez Girón, en octubre de 1994 para la revista local "Alameda", decía: "Al romper filas en la formación de presos, o después de pasar lista, gritábamos contra el régimen, “¡Abajo Franco!” ó “¡Abajo la Dictadura!”, "Viva la democracia"…y nos volvían a meter en celdas de aislamiento. En esta misma entrevista Quico le contaba a Antonio que “Estábamos condenados a muerte, y los funcionarios metían la llave en la puerta para asustarnos, como si fuese una saca de presos para fusilamiento. Era terrible, pero manteníamos la esperanza, hasta los compañeros que murieron fusilados mantuvieron la esperanza hasta el ultimo momento.”

En las cárceles franquistas los presos solteros tenían prohibido hacerse fotografías, solo los casados con hijos., y los días de visita se les proporcionaban ropas limpias y de aspecto nuevo. Francisco López Herrera (Con la niña en brazos), junto al "Comandante Ríos" (último por la dcha.), en el Penal de Burgos. Con esta hábil técnica de comunicación, el régimen franquista mostraba el gran "trato humano" dado a sus presos políticos y el "buen ambiente" que se respiraba en las cárceles franquistas. Muchos años después, "Currito" y José Murillo, el "Comandante Ríos", abrazándose después de tantos años, en el reencuentro de Guerrilleros, durante las Jornadas de Algeciras, en Abril de 2002

Quico mantiene que aunque a él no lo maltrataron físicamente, en Burgos sabia que a algunos sí los maltrataron. “Te voy a contar un caso” -dice Quico,- de uno de los funcionarios, que, cuando estaban los presos fregando el suelo, lo hacíamos de rodillas, a puño y con un trozo de saco, -el frío en Burgos para qué te voy a contar...era polar- el funcionario pasaba, y le pisaba las manos a alguno de los presos, y automáticamente decía “perdón”, ...pero al rato, el mismo guardia pasaba otra vez, y volvía a pisarle las manos al mismo desgraciado, o incluso a otro preso. Así, una y otra vez, hasta que el guardián se cansaba del jueguecito, así lo redimían a uno en las cárceles de Franco"...Esto lo presencié con mis propios ojos, pero sigo diciendo que nada de esto me ocurrió a mí personalmente -repite Quico- quizás por suerte”.


“En Burgos estábamos los presos muy unidos y allí fue donde conocí al guerrillero José Murillo Murillo Comandante Ríos.” Se levanta Quico y nos trae un álbum de fotografías muy bien cuidado.

Conforme pasa las páginas de su abultado album fotográfico, llegamos a las fotografías que se hizo en el Penal de Burgos, le pregunto por qué siempre aparecen fotografiados con niños y niñas pequeños. Quico no recuerda por qué, pero después lo he preguntado a otros veteranos y la respuesta que me dieron es que estaba terminantemente prohibido hacerse fotografías en el penal, salvo el día de las visitas, tenías que estar vestido con la ropa limpia y planchada que te daban sólo para las visitas, y sólo podian hacerlo aquellos que tenían hijos, lo que aprovechaban todos para hacerse fotografías con los niños, fueran suyos o no.

En la cárcel de Burgos el “Comandante Ríos” puso de sobrenombre a Quico “Currito”, por su baja estatura, y así fue, como después de muchos años, se encontraron los dos compañeros en las Jornadas de Algeciras en Abril de 2002.

Recuerdo que el encuentro entre estos dos viejos camaradas en las Jornadas de Algeciras fue una de las cosas mas emotivas que ocurrieron en dichas jornadas. “Currito”, cuando pasa las hojas del álbum y me va diciendo quién era cada cual, los ojos se le llenan de lágrimas, su álbum es de hojas adhesivas con anillas, con las fotografías de sus familiares, y solamente con las de la Cárcel de Burgos quizás no terminen de rellenar un sólo álbum.

Ésa ha sido parte de la vida de mi amigo Francisco, "Currito", un joven huérfano, hijo de un pacífico trabajador republicano que murió asesinado, fusilado por ese"nuevo orden", que traían los militares españoles sublevados en África, que tuvo que escapar a la Sierra, donde Currito finalmente fue capturado, interrogado, juzgado y condenado a muerte, siéndole permutada la condena por 30 años de prisión, de la que salió después de 17 larguísimos años, para intentar empezar de nuevo su vida que había quedado truncada.

Pero no hay mal que 100 años dure, y cuando Currito llegó al Campo de Gibraltar, ya liberado, desde el Penal de Burgos, Ana, aquella novia, que siempre le estuvo esperando desde aquel día que se fue a los montes entre Algeciras y Los Barrios, estaba esperándolo.

Si escribiéramos la vida de Ana. seguro que tendríamos para un documental, pues imaginar lo que tuvo que ser para esta valiente y leal dama, vivir en un pueblo tan pequeño, y ser la novia de un comunista, un apestado que estaba en el monte con los guerrilleros, y que luego fue condenado a muerte, pero ella le esperó durante 17 años, donde ambos perdieron lo mejor de su juventud. Ana está delicada de salud y lo mejor es dejarla tranquila con esa mirada , a la vez dependiente y protectora hacia Currito, esa mirada acompañada de una sonrisa cuando mira arrobada a Currito hablar, contar chistes, reír o cantar.

Este es un testimonio de uno de aquellos hombres, que en el Campo de Gibraltar se les llamaba los “rojos”, “los del monte”,“bandoleros”, etc, etc, ….y que fueron perseguidos encarnizadamente, aplicándoles la terrible Ley de Fugas, sufriendo ellos y sus familiares innumerables abusos, vejaciones y persecuciones, con la más abosoluta impunidad. En el Campo de Gibraltar, los perros guardianes del régimen franquista se encargaron muy bien de confundir a los verdaderos hombres y mujeres guerrilleros con el desertor, el cuatrero, el salteador de caminos, el asesino en serie, el terrorista, el delincuente, el contrabandista, etc., etc. hasta tal punto, que aún hoy en algunos lugares siguen confundidos con unos y otros, los que hablan de oídas, teniendo ideas equivocadas o preconcebidas de “los de la Sierra” como les llaman por aquí, o los " rojos".

La propaganda y literatura oficial de los vencedores de 1939 después de mas de 60 años todavia hoy sigue surtiendo efecto entre los locales, muchas veces por miedo, otras por intoxicación informativa o simple ignorancia. Hijos y nietos que prefieren no saber quiénes fueron sus ancestros y qué hicieron.. Gracias a la labor de investigadores e historiadores y a testigos orales de la época que van perdiendo el miedo a hablar de aquellos terribles años, poco a poco se va rescatando la verdadera memoria historica del pueblo, de un pueblo que en el fondo quiere saber la verdad.

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