domingo, 28 de marzo de 2010

La Guerrilla en Cataluña (1)


Alberto Bru
La guerrilla antifranquista catalana


La Cataluña Norte, Gerona y Lérida, fue siempre camino de paso tanto para las partidas que entraban como para las que salían. No se puede hablar de guerrillas organizadas en los montes como las de Andalucía , Asturias, Galicia, León o Cantabria y tantas otras repartidas por nuestra geografía y que hemos ido desgranando en las distintas secciones de esta web, pues en este caso no hubo embolsamiento ni cerco alguno, todo lo contrario, el éxodo del final de la guerra tuvo como salida la frontera francesa. En general, en las montañas de Cataluña, no hubieron agrupaciones guerrilleras permanentes como ocurrió en otros lugares de la península, excepto los intentos de crear una en la zona sudoeste de Tarragona, en conexión con la guerrilla valenciana y aragonesa (AGLA).

Nuestros guerrilleros trabajaron en el oscuro anonimato de una negra y triste posguerra y contra la feroz represión franquista que no dio cuartel y aplicó despiadado la „ley de fugas‰. Nadie reconoció el mérito de su lucha que se estrelló contra la incomprensión de todos. Fueron abandonados, relegados y hasta repudiados por los suyos. Les fue arrebatada la gloria por el olvido.

Las nuevas generaciones deben conocer una historia que se les ha hurtado, la historia de los guerrilleros y su lucha, que no está en los libros de texto porque muchos creen que es un peso que deben aligerar. Nuestro compromiso es hacerles comprender, a las nuevas generaciones que pronto nos revelarán, que la historia de esos hombres no es un lastre, hemos de descubrirles el orgullo de este pasado.

Aquellos hombres, los guerrilleros, eran anarquistas, nunca renunciaron a sus ideas ni rectificaron nada de lo que era consubstancial con el ideal que habían abrazado. Lucharon en la guerra abierta y cuando ya no habían frentes de batalla ellos los crearon sin más cobertura que su valor y arrojo. Hombres solos y solitarios, no fueron ilustrados, no dejaron diarios que pudiera recoger sus pensamientos la posteridad. Dejaron sus cuerpos rotos por los montes y vaguadas del país que amaban.

Todos estos guerrilleros ejercían de héroes sin siquiera proponérselo, sin saberlo, sin menosprecio de la vida, pero también sin preocupaciones de ascenso, ni de pagas extraordinarias, ni de desfiles con charanga, ni de elogiosas citaciones, ni aparato publicitario. No tenían otro norte ni guía que luchar, virilmente, por un pueblo tiranizado por la dictadura franquista.

¿Héroes o bandidos? Esta es la pregunta que se hacen todos. La creencia de que eran bandidos es la que nos ha querido dejar la represión para borrar cualquier buen recuerdo. Yashal Kemal, escritor turco, afirma que los bandidos viven del amor y del miedo, si no más que inspirasen miedo, nadie les daría soporte. Nuestros guerrilleros no hubieran durando tantos años en aquella lucha sin cuartel y al final sin esperanza, si no hubieran contado con el amor de muchos compatriotas que les dieron cobijo y soporte.

Un poco de historia

El éxodo de la derrota republicana se convirtió en diáspora y se fueron repartiendo por todos los rincones del Mundo, pero antes tuvieron que pasar por el suplicio de improvisados campos de concentración en las playas como el de Argelés-sur-Mer, sin más protección del inhóspito clima de aquella región francesa en el mes de marzo, que las alambradas con espinos que rodeaban aquel campo de “acogida”. Llegaron a convivir en aquel recinto hasta 80.000 republicanos, vigilados (y humillados) por la Garde Mobile Républicaine (GMR) y tropas coloniales como los tiradores senegaleses y los spaliis marroquíes. El destino juega, a veces, cruelmente con los humanos: Aquellos hombres que venían huyendo de los moros de Franco, se encontraron con los moros de los franceses.

A los españoles que traspasaron la frontera camino del exilio, se les obligó a dejar el armamento bélico, no así el político del que cada uno fue fiel guardián y también las querellas partidistas de la guerra viajaron a Francia, reproduciéndose los esquemas que habían presidido la vida republicana y en los campos de concentración abandonaron cualquiera de los proyectos unitarios que se hubieran concebido y que eran de desear. Se transformaron de nuevo en comunistas, socialistas o libertarios y para su desgracia, esto seguiría ocurriendo durante todo el franquismo. Fueron los comunistas los primeros en organizarse. En agosto de 1940 ya existía en el campo de Argelés un comité del PCE integrado por Sixto Agudo “Blanco” y Antonio Rosel, que empezaron a coordinarse con otros campos de refugiados. Los acontecimientos internacionales a los que se abocó el mundo a los pocos meses, no fueron propicios para tomar ninguna acción efectiva contra el régimen de Franco, al contrario muchos de nuestros exiliados con significación política, bastante tuvieron con huir de las garras de la GESTAPO o de sus auxiliares franceses de Vichy.

Queda claro, por tanto, que hasta 1943 ó 1944, la región se mantuvo todo lo tranquila que podía estar bajo la vigilancia atenta y represora de la Policía y de la Guardia Civil. Una de las mayores actividades fue pasar por los Pirineos huidos de la represión nazi o personal militar aliado, pilotos mayormente, camino de Portugal, para su repatriación, con la mayor o menor benevolencia de las autoridades españolas.

Así como en toda España, la lucha armada estuvo liderada y dirigida por el PCE, al cual se tuvieron que unir socialistas y libertarios, abandonados por sus dirigentes que no aprobaban aquellos métodos, en Cataluña, la resistencia armada estuvo en manos de los anarquistas, quienes la desarrollaron e impulsaron en su totalidad.

Los comunistas, lo intentaron en un principio aprovechando el intento de ocupación del Valle de Arán. Comenzaron a introducirse por los pasos fronterizos, y al igual que otros grupos, en la capital barcelonesa partidas comunistas en agosto de 1944 asalta la fábrica de cervezas Moritz y el 14 de octubre ya se enfrentaban ante un consejo de guerra.

L´Agrupació Guerrillera de Catalunya, tomó el relevo, y a los pocos meses de actuación ya fueron detenidos y desarticulados. El PSUC, partido comunista de Cataluña, en 1946 comenzó a actuar como lucha guerrillera urbana. Entre 1946 y 1947 es el periodo de actividad importante. Se cuentan numerosos atentados, vías férreas, voladura del monumento de la Victoria y tal vez el más importante: el 29 de Noviembre de 1946 volaron una parte del edificio de los talleres del periódico del Movimiento Solidaridad Nacional (antes Solidaridad Obrera), se supone que aparto de la gran alarma, con el fin de acabar con el director Luys Santamarina, pues su despacho desapareció, junto con otras partes del edificio, en la voladura, no consiguieron su propósito pues dicho Sr. se retrasó lo suficiente como para salvar su vida, no así el jefe de rotativa, un operario de la misma y una muchacha de servicio domestico que pasaba en el momento del atentado. Este segundo intento también fue desarticulado y en octubre de 1948 ya estaban frente a un consejo de guerra.

Los fracasos ante la represión, por la rapidez y cantidad de elementos que eran detenidos y las fricciones entre el PCE y el PSUC que se fueron acentuando hasta llegar a una crisis orgánica ya que el PCE, centralista y unificador, no podía consentir aquella rama nacionalista y en su intento de absorberla, dedicaron sus esfuerzos en estos intentos cuando mejor hubieran servido para la lucha armada. Todo esto afectó a la guerrilla urbana comunista que en 1947 había desaparecido prácticamente. A partir de ese momento el movimiento anarquista fue el preponderante en la lucha armada antifranquista en Cataluña y principalmente en Barcelona.

La acción, desde Francia del intento fracasado de invasión del Valle de Arán, provocará que varias divisiones del ejercito se aposenten y patrullen con intensidad todo el territorio de Cataluña Norte (Lérida y Gerona) con lo cual queda desbaratada cualquier acción conjunta y coordinada con significativo personal, pues son de fácil localización ante el dispositivo desplegado. Serán siempre, los que se muevan por territorio enemigo, pequeñas partidas u hombres solos, normalmente conocedores de todos los senderos, caminos y vericuetos que conducían desde Francia hasta cualquier punto de Cataluña y éste no podía ser otro que Barcelona una capital de densa población donde se podían ocultar con facilidad y desde el cual sus golpes tenían mayor eco popular y repercusión internacional

Fue en la Ciudad Condal, y por extensión en Cataluña—en particular las zonas que separan Barcelona de la frontera francesa—, desde Andorra al Cabo de Creus, donde más duración tuvo y donde mayor intensidad alcanzó la acción guerrillera. Se podría también haber hablado de la guerrilla urbana de Madrid, de Valencia, de Sevilla, de Málaga, de Granada, de Zaragoza, de La Coruña, de Asturias o del País Vasco. Pero, pese a la existencia de grupos con denominaciones tales como “Grupos de Caza de la Ciudad”, “Grupo los Dinamiteros”, “Grupos de Guerrilleros del Llano” y otros, sus acciones fueron esporádicas y sin gran impacto. Curiosamente las organizaciones políticas y sindicales —socialistas, anarquistas y republicanas— estaban en contra de la lucha armada.

Además sospechaban de las ambiciones políticas del PCE y temían su capacidad de captación. Para descolocarse de los comunistas y desvincularse de los que abogaban por la lucha armada, remitieron una carta a la Embajada americana para dejar claro que no compartían los métodos del PCE. Lo mismo ocurría con los socialistas de Indalecio Prieto. Los dirigentes del PSOE se encontraron, sin pretenderlo, con dos importantes núcleos guerrilleros en Asturias y León, como ya hemos visto, y sólo tuvieron como objetivo que no llevaran a cabo acciones armadas, y la forma de sacarlos de España. El pleno socialista de septiembre de 1945 desautorizó la organización de "revueltas e incidentes". Los anarquistas también estaban frontalmente contra la resistencia armada, y los guerrilleros de filiación libertaria que operaron en Cataluña desde los años cuarenta a los sesenta, lo hicieron con el recelo o contra la opinión de la organización confederal.
En consecuencia, los combatientes anarquistas no solamente tenían que luchar contra las fuerzas de represión de la dictadura, sino también contra la incomprensión e indiferencia de su propia organización.

Es de suponer que era una actitud meramente hipócrita y política, pues sin ayuda por la “puerta trasera” es poco imaginable que carentes de apoyo moral y material, no hubieran podido prolongarse sus actuaciones tantos años.
El MLE se limitó, por tanto, hasta 1953 a “entregar armas, documentación y explosivos” a los grupos de acción. No existía una cobertura orgánica y tampoco respaldo teórico para las acciones de sus militantes que, en la mejor tradición anarquista, practicaban el libre albedrío armado: grupos como los "Maños", «Los Anónimos» o «Talión» empezaron a actuar en la ciudad de Barcelona
Acorralados por las fuerzas de represión, abandonados por sus organizaciones se habían convertido en un problema para los enlaces, el año de 1949 marcó el fin de la resistencia organizada aunque los coletazos continuaron hasta 1952, fecha que fija oficialmente el final de la resistencia armada.

A mediados de 1952, Santiago Carrillo realizó una autocrítica sobre las guerrillas y descubre con las primeras huelgas generales las posibilidades del movimiento de masas que pueden ser más efectivas, en el momento, que la lucha armada. Las huelgas que se extendieron a partir de 1951 por las capitales industriales más importantes —Barcelona, Madrid, Pamplona, San Sebastián y Bilbao—, descubría un abanico de muevas posibilidades políticas y convencieron al Partido Comunista de que el tiempo del maquis había pasado.
La década de los cincuenta excluyó cualquier posibilidad de éxito al movimiento subversivo encabezado por el Partido Comunista y, lo más importante, convirtió a la guerrilla en un anacronismo.

En Cataluña, una vez comprobado que el anarquismo ha conseguido mayor influencia en la región, el P.C.E., consigue en octubre, según nos refiere Guy Hermet que “su filial catalana, el P.S.U.C., haga (con él) pública su decisión de combinar la acción legal e ilegal. Aunque los dos continúan atribuyendo un puesto relativamente importante en su prensa a la acción de los guerrilleros, que de hecho están a punto de ser eliminados totalmente, lo hacen para poner de relieve su oposición al recurso a la O.N.U. y a soluciones “internacionales” para reemplazar el franquismo, preconizadas por los socialistas y moderados”. No obstante la crisis yugoslava, afecta por completo a esta “alianza” entre el P.C.E- y el P.S.U.C. Comorera, es considerado ya “titista” empedernido, en unión de Del Barrio, son expulsados meses más tarde del Partido,

Americanos y europeos dieron un paso más en su estrategia respecto a España y pasaron de tolerar el franquismo a apoyarlo con importantes créditos. La autarquía económica, que había favorecido la permanencia de un movimiento armado, daba paso a un desarrollismo que desarmaba una parte de las bases materiales que habían hecho posible esa resistencia. La paulatina incorporación al mercado laboral de jóvenes que no habían hecho la guerra, y la emigración del mundo rural a las ciudades o al extranjero en busca de mejoras en su vida, y la introducción en la labranza de los primeros métodos mecánicos que llegaban a nuestro país después de la asoladoras guerra civil y mundial, confirmaban la necesidad de una estrategia nueva. Los guerrilleros y sus métodos pertenecían al pasado, desconectados como estaban de los trabajadores de las ciudades, vanguardia de la posible lucha contra el sistema. El modelo a seguir lo proporcionó la huelga de tranvías en Barcelona.

La huelga de los tranvias

La llamada “huelga de los tranvías” se había iniciado el 1 de marzo de 1951 en la capital catalana y, aunque el pretexto fue la subida de un 20 por ciento del precio del billete de los transportes urbanos, el componente político era inequívoco: se boicotearon los transportes públicos y se produjo, por vez primera en una ciudad española desde el final de la guerra, la presencia de piquetes, algo verdaderamente revolucionario. Era impresionante ver, a primeras horas de la mañana, a los obreros andando varios kilómetros para llegar a los lugares de trabajo, despreciando a los tranvías que deambulaban sin otro pasaje que el conductor, cobrador y un “gris” como protección. Este espectáculo se repetía al término de la jornada, sin un desmayo por parte de aquellos extraños huelguistas que mostraban su protesta negándose a utilizar el tranvía para su desplazamiento. Durante diez días, nadie subió a ningún transporte público. Pocas veces se volverá a ver en una comunidad de millón y medio de habitantes una unidad de criterio y tan grande perseverancia, sin un desmayo.

Durante el día, los estudiantes y quienes no lo eran se dedicaron a sabotear a pedradas los tranvías y con toda clase de artimañas, conseguían el descarrilamiento del vehículo. Se arrancaron los adoquines de la calzada y se levantaron barricadas desde las cuales se luchaba contra la fuerza pública. El Gobierno acuarteló las tropas y de Madrid llegaron centenares de policías armados para reforzar el dispositivo represivo de la dictadura en la capital catalana. Las autoridades se vieron obligadas a rebajar el billete a su precio anterior, creyendo que con este gesto el problema estaba solucionado, pero este tenía raíces mucho más profundas. Se equivocaron: creían haber arreglado el asunto pero en realidad se había demostrado, a los ojos de todos, que con la unión era posible alcanzar metas hasta entonces inimaginables. Acabado lo de los tranvías comenzó una huelga general, también de impresionantes proporciones y de cariz revolucionario.

La mecha prendió y se transmitió la huelga general en el País Vasco y Navarra en los días siguientes, y se desplazó incluso, aunque muy débilmente, a los recintos universitarios madrileños.
Aunque parezca un contrasentido, a comienzos de los cincuenta Franco podía sentirse bastante tranquilo. Había sido ilegalizado el PCE en Francia y el Buró Político repartido por el mundo, un Partido Socialista testimonial, los anarquistas en profunda decadencia y divididos entre si, ...y de los republicanos ni se sabía.

Las potencias europeas y Estados Unidos, comenzaron a distribuir su ayuda a la España de Franco. El régimen, con su primer mandatario a la cabeza se sintió seguro y halagado por el reconocimiento internacional.

No le preocupaban al "Caudillo" en exceso la huelga de los tranvías, los movimientos estudiantiles, las “farsas” monárquicas y la renovación sindical donde los comunistas comenzaban a compartir puestos de enlaces sindicales con los falangistas del Sindicato Vertical, (incipiente nacimiento de CC.OO.) nada de esto, entendió, ponía en peligro la prolongación de su régimen. La intervención de los países democráticos o la guerrilla (o la conjunción de ambas) habrían constituido el único peligro, y éstos ya eran una amenaza del pasado.

Protagonistas principales de esos años de lucha fueron Francisco Sabater Llopart “Quico”, en unión de sus dos hermanos y de Ramón Vila Capdevila “Caraquemada”, José Luis Facerías, Wenceslao Jiménez, el jefe de “Los Maños” y Marcelino Massana.

El enlace con Francia era Francisco Arago, que hacia el mes de junio, introdujo un grupo de seis escogidos activistas para reforzar la denominada Sección de Defensa. Estaban provistos de abundante armamento, con el propósito de extender su acción en el Bajo Llobregat, a donde guiados por Arago, se habían dirigido todos.

Establecidos los correspondientes depósitos de armas en lugares seguros, marcharon a Barcelona, para reorganizar la Sección de Defensa, que estaba prácticamente desaparecida ya que detenido Marcet por la Policía el 8 de agosto como presunto colaborador en el atraco frustrado al Frontón Novedades quedó incautado por la policía un importante alijo de armas y explosivos.

Otra partida anarquista, la del Avellaneda, vuela la línea de alta tensión de Tarrasa y realiza un atraco en Martorell.

SIGUE>>

1 comentario:

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