Comienza la Marcha
Las marchas eran cortas y durísimas, debido a su desconocimiento de aquel terreno, además de que había luna nueva, que alumbraba poco ya que era verano con noches, por tanto, muy cortas; así que decidieron que más valía la seguridad que la precipitación propia de las prisas, y avanzar con mas lentitud y precaución. Continuaron por Higueruela, Carcelén, Villa de Ves, Casa de Ves y otros pequeños pueblos, tratando siempre de esquivarlos a todos, hasta que llegaron a la provincia de Valencia y, por las cercanías de Cofrentes, atravesaron el río Júcar sin dificultades, por su escaso caudal en verano.
También las marchas eran más largas al ser luna llena y, a veces, caminaron hasta quince kilómetros en una sola noche. Cuando notaron que las provisiones se les acababan, decidieron buscarlas, pero no entre los campesinos por el riesgo de que los denunciaran, sino en las tiendas de comestibles de los pueblos; para ello se pusieron las ropas oscuras de paisano que llevaban en los macutos, guardando sus uniformes de guerrilleros, consistentes en una cazadora “canadiense”, en cuya manga lucían un brazalete donde se leían las letras bordadas A.G.G con la bandera tricolor. (Agrupación Guerrillera de Granada), boina negra, correajes, cinturón militar, camisa de color caqui, botas de hebillas y pantalón de pana marrón. Se arriesgaron y lo hicieron por vez primera en Buñol, acudiendo dos de ellos con sus armas cortas, que escondieron entre sus ropas. Compraron en cuatro tiendas diferentes para no llamar la atención por el volumen de sus pedidos y, al no tener ningún percance, otros dos guerrilleros hicieron lo mismo en las demás tiendas.
Buñol
De Buñol salieron con bastante pan y comida (sobre todo, rancho frío). Igual operación repitieron días mas tarde en la misma provincia de Valencia. Lo que sí evitaban siempre era la entrada en tabernas o bares, pues temían la aparición de algún borracho inoportuno, o verse envueltos en cualquier discusión comprometedora. Otras normas de seguridad que observaban eran: andar casi siempre de noche, cruzar las carreteras, carriles y caminos rápidamente, pero sin circular nunca por los mismos, marchar solamente sobre campo través, saltando de piedra en piedra, o borrar sus rastros con un matorral atado a la mochila, arrastrandolo, evitando dejar huellas, guardar entre ellos la distancia mínima de 10 ó 12 metros, ya en fila india o en orden "de caza", según fuese el terreno, deteniéndose todos si lo hacía el primero; no fumar durante la marcha y permanecer siempre en completo silencio. Sólo fumaban en los descansos, sin encender cerillas, utilizando mecheros de yesca, y camuflando el fuego del cigarrillo, generalmente bajo una manta o con el hueco de sus manos.
El Pastor
Sin problemas atravesaron los municipios de Requena y Chiva. Vista la tranquilidad que parecía respirarse, dos de ellos decidieron vestir de paisano para dar un paseo y reconocer la zona; encontraron un pastor de ovejas y entablaron conversación con él, tratando de que no se les notase su acento andaluz para no levantar sospechas. El pastor mezclaba castellano y valenciano, lo que pudieron entender debido a que uno de ellos había pasado su niñez en Mallorca, donde aprendió el mallorquín, un dialecto parecido al de Valencia.
Le preguntaron al paisano en primer lugar sobre las condiciones de trabajo en aquella zona, y más tarde le comentaron de pasada la tranquilidad que se observaba alrededor, cosa de la que ellos ya se habían percatado al notar que la Guardia Civil hacía sus servicios por parejas, mientras que en Andalucía iban en grupos más numerosos. El pastor les contó que hasta hacía dos meses así había sucedido, pero desde que los guardias civiles acabaron con cuatro “huídos” en un tiroteo, las cosas estaban tranquilas.
Desviaron la conversación nuevamente hacia asuntos de trabajo y se despidieron, con la precaución de hacerlo en dirección idéntica a la que llevaban y, por tanto, opuesta a la en que en realidad estaban sus compañeros esperándoles. Aquella noche, ya de marcha, les caería una fuerte tormenta, camino de Pedralba.
El Turia
Atravesaron el río Turia cerca de Liria, pero no por el puente, donde el fuego de unos cigarrillos les delató la presencia de un control de la Guardia Civil. Como el río iba creciendo y con fuerte corriente, lo cruzaron con mucha dificultad, bajo el peso de sus mochilas y armamento, agarrándose unos a otros por las muñecas, pues dos de ellos no sabían nadar, y estuvieron a punto de ahogarse.
Continuaron la marcha hacia Villar del Arzobispo, ya en la provincia de Castellón.
Durante aquellas noches no observaron nada anormal, avanzando bastante, gracias a la iluminación de la luna llena,aunque su deseo era llegar cuanto antes a terreno montañoso y que se brindara más el camuflaje.
Al adentrarse en esta provincia notaron un movimiento bastante inusual de fuerzas de la Guardia Civil, patrullando en grupos numerosos (a veces de diez o más números) y no por parejas, lo que les hizo ser más precavidos y llegar a la conclusión de que su ex-compañero “Martín” ya se habría presentado a la Guardia Civil, descubriendo sus planes y la ruta de la huída. Por otro lado, también pensaban que esa teoría podía tener un punto flaco y éste era la distancia a la que se encontraban: era demasiada como para ligar una cosa con otra; además, pensaban que la geografía de España es demasiado extensa como para que la concentración se produjera precisamente allí. No sabían todavia que el mismo Teniente Prieto de la "Brigadilla" de la Guardia Civil en Granada, empeñado en capturales, iba tras sus pasos, con la información de “Martin” persiguiéndoles, cohesionando la información que le iba llegando de todos los puestos de la GC.
Descanso en Sta Cruz de Moya
Cabía la posibilidad -sospechaban los integrantes de la marcha- de que algún guardia jurado o algún paisano les hubiese visto y denunciado, y que la Guardia Civil ,relacionando el número de componentes del grupo, supiera que se trataba de ellos y, de ahí, esa concentración inusual de fuerzas. Por consiguiente, decidieron imprimirle un ritmo mayor a la marcha, cruzando los términos de Jérica, Vives y Toro, y se adentraron en la provincia de Teruel, con movimientos alternativos de zig-zag por los municipios de Cantavieja, Tronchón y Las Cuevas.
Sin embargo, a juzgar por sus informes internos, la Guardia Civil siempre creyó que el paso de estos hombres se había producido hacia el interior. En pleno corazón de la sierra, en Santa Cruz de Moya, donde el 7 de noviembre de 1949 había caído el Estado Mayor de la Agrupación Guerrillera de Levante y Aragón (AGLA) en una sangrienta emboscada, en la que no hubo ni guerrilleros heridos ni prisioneros.
También se sospechaba que este grupo podría entrar en contacto con los "guerrilleros del Levante", pero en aquellas fechas, los últimos contingentes de la AGLA, ya habían abandonado aquellas tierras y estaban cruzando la frontera francesa en retirada, como sus camaradas, a pie, desde Cofrentes y las sierras de Teruel.
El destino ha querido que los suprevivientes de las diferentes Agrupaciones de ex-guerrilleros de España, en el año 1989, celebraran una reunión en Santa Cruz de Moya y decidieran que se levantara un monumento en memoria de los guerrilleros españoles muertos por la paz, la libertad y la democracia al lado de todos los pueblos del mundo.
Cada primer domingo de octubre se celebra en el pintoresco pueblo de Santa Cruz de Moya, todos los años, el Día del Guerrillero y, frente al monumento, se rinde homenaje a los guerrilleros antifascistas, acompañado de una serie de Jornadas Culturales Monográficas sobre el tema, a las que acuden tradicionalmente investigadores, ex-guerrilleros supervivientes, historiadores, periodistas, novelistas, cineastas y aficionados de todo el mundo, interviniendo en interesantes conferencias, presentaciones, debates y mesas redondas sobre la Guerrilla.
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