Un tropiezo
Una vez pasado el peligro, se dirigieron a Calaceite, extremando las medidas de seguridad; así, si cruzaban caminos o carreteras durante el día, lo hacían a gatas, pegados al terreno. A veces contemplaban el paso de rebaños y oían las jotas que entonaban algunos pastores, así como una canción que pronto les atañería a ellos, “La Canción del Emigrante”, de Juanito Valderrama.
En Alcañiz compraron víveres y uno ellos tropezó de repente con un guardia civil que salía de un edificio grande, posiblemente un Cuartel. Ocurrió que el guardia estaba vuelto de espaldas a la acera, conversando alegremente con otro compañero que estaba dentro del edificio, cuando, de pronto, se despidió de su interlocutor y echó a andar, dándose de bruces con el guerrillero, cayendo casi ambos al suelo; el guardia, sin imaginar con quién tropezaba, se excusó y cada cual continuó su camino. El guardia que estaba en el interior se hechó a reir. Durante unos dias éste tropiezo fué motivo de bromas entre los huidos.
Ya en Zaragoza, pasaron por Maella y Caspe donde descansaron antes de atravesar el temido y caudaloso Ebro.
El temido Ebro
El río Ebro iba muy crecido, dos de los guerrilleros no sabían nadar; por otro lado, el cruce por los puentes era muy dificil, pues todos estaban vigilados, así que anduvieron por las riberas hasta que encontraron una barca; como remo emplearían una madera que encontraron. Acordaron realizar la travesía en dos turnos; en el primero, tres de ellos -los dos que no sabian nadar con "Fermín", que sí tenía experiencia- con todos los macutos, y los otros tres nadando junto al bote. Pero la fuerte corriente -los que no sabían nadar le gritaban a "Fermín" que adonde llegaba ese río, a lo que les contestaba entre el oleaje "A Tortosa"- impidió culminar con éxito la empresa. Tres de ellos perdieron el contacto con la barca y quedaron aislados, en la ribera Sur del río. Lo intentaron de nuevo pero volvieron a fracasar cuando ya apuntaba el amanecer, así que se ocultaron, pero, al poco decidieron actuar nuevamente aunque fuese de día, no podían perder el tiempo, sabían que el Ebro era la zona más controlada por la GC.
En calzoncillos ante el Ebro
Uno de ellos, en calzoncillos y con el hato de sus ropas totalmente empapadas, localizó a un campesino, obligándole a que le entregara las suyas, lo que no dejó de costar una buena discusión entre ellos, accediendo al final y siendo remunerado por ello. Ya con los nervios mas calmados, y habiéndole explicado su difícil situación, el paisano les informó que más abajo se estaba construyendo una casa y que los albañiles contaban con un barquero para atravesar el río con los materiales de construcción. El barquero, logicamente también se negaría a colaborar en un principio, alegando que para la travesía se precisaba el permiso de la Guardia Civil y que él no deseaba tener problemas con ellos; Los guerrilleros lo encañoraron con sus pistolas y finalmente, accedió, transportándoa los tres que faltaban hacia la otra orilla donde les esperaban sus compañeros.
Era precisamente en el intento de atravesar el Ebro, donde la Guardia Civil tenía más esperanza en capturarlos y, todavía, algunos manifiestan su perplejidad ante el hecho de que consiguieran pasarlo. Para retrasar los efectos de la posible denuncia del barquero, al que pagaron 1.000ptas por las molestias, volcaron la barca y dejaron que se la llevara la corriente. El paisano y barquero despues darían conocimiento a la GC, teniendo que abonarles las cantidades recibidas por los guerrilleros.
Una vez ganada la otra orilla, y bajo la luz solar, siguieron caminando en zig-zag y en diagonal, en la dirección del curso del rio, que quedaría cada vez más atrás, mientras veían sendas patrullas de guardias civiles buscándoles afanosamente a ambos lados del río. Sólo se detuvieron para descansar unas horas al atardecer.
Caminaron sin parar aquella noche y las siguientes, por los términos de Fayón y Mequinenza, atravesando sin dificultades el Segre y descansando, luego, dos días. La proximidad de la frontera, cada vez más cerca, les levantó la moral.
El cauce de Ebro, a su paso por Mequinenza
La Guardia Civil, a la espera en BarcelonaPero los guerrilleros, conscientes de que un plan preestablecido podría ser tambien previsto por la Guardia Civil, optaron por cambiar aleatorimente desviándose por otra ruta ...y acertaron. El capitán Caballero los estuvo esperando, junto con un ex-guerrillero colaborador de la Guardia Civil que conocia física y personalmente a los fugitivos, en Barcelona nada menos que hasta el 28 de noviembre de 1952." (José Aurelio Romero Navas)
El Dilema
El dilema que se les presentaba ahora era decidir si alcanzar la frontera por el Valle de Arán o por Huesca; finalmente decidieron que fuesen las circunstancias las que determinasen la dirección a seguir, pensando que así sus perseguidores no podrían prever un itinerario que ellos mismos desconocían. Abandonaron la provincia de Zaragoza para adentrarse por la de Lérida y, dos de ellos, entraron en la misma capital, comprando suministro en varias tiendas. Fue, hasta entonces, la única ocasión en que compraron bebidas alcohólicas, en concreto una botella de coñac.
Siguieron por los municipios de Balaguer y Albesa y volvieron a descansar de día, con el objetivo, ya decidido, de no aproximarse al Valle de Arán o a Andorra, sino de pasar los Pirineos a través de las cumbres mas altas que divisaban, pues creían que estarían menos vigiladas al ser mas escabrosas. La experiencia les demostraria que sólo contaban con parte de razón ya que, si bien estaban desguarnecidas y sin vigilancia, en su acceso, era casi inevitable tropezar con algún fortin de piedra, con aspilleras camufladas por medio de matojos secos. También había sabinas bastantes grandes, cuyas ramas ocultaban piedras amontonadas que parecían nidos de fortificación.
Atravesaron un rio, posiblemente afluente del Segre, adentrándose en la provincia de Huesca, por Estopiñán y Estadilla. Dos de ellos entraron en Barbastro, donde uno de los guerrilleros se puso muy nervioso al observar a muchos soldados, ya que se encontraron con que se trataba de una fuerte plaza militar; para tranquilizarlo, su compañero le invitó a tomar algo en una taberna, pero, cuando ya estaban sentados, aquel palideció de repente: había visto a un guardia civil asomado a la puerta, que les miró y que se marchó al momento, sin entrar siquiera. Sin embargo, en la calle todo estaba normal y es que, probablemente, el guardia estaría fuera de servicio y buscaría a algún compañero o amigo entre los clientes y, al no hallarlo, se marchó sin entrar.
Uno de los maquis entró en una confitería donde compró pasteles y algunas botellas de coñac y de “Licor 43”. Para que el dueño no sospechara, comentó que era para un bautizo en el que él era el padrino y tío de la criatura; seguidamente, abandonaron el pueblo.
El Pirineo
Aunque esta idea de comprar licores no fuese preconcebida, luego, mostraría su utilidad, cuando tuvieron que caminar sobre la nieve; de hecho, ya en Francia, les dirían que otros compañeros habían llegado con los miembros inferiores totalmente congelados.
Reemprendieron la marcha por los términos de Naval, Alquézar, Boltaña y Bielza; caminaban por la mitad de las laderas para esquivar cualquier sorpresa procedente de los nidos fortificados. Si se encontraban con niebla, caminaban de día y, cuando se disipaba, permanecían totalmente pegados al terreno y sin moverse. Fue entonces cuando observaron a un pastor con su rebaño de ovejas, cerca de una cueva habilitada como corral y de otra más pequeña. Al oscurecer, vieron que el pastor se dirigía hacia ellas, encerrando el ganado y encendiendo fuego en la otra, para prepararse la cena. Se dirigieron a cenar con él y durante la conversación, el pastor les explicó cómo podían alcanzar la frontera, pero ellos le expusieron que el mejor práctico del terreno sería él y, aunque estaba remiso a dejar allí su ganado, finalmente cedió, con la advertencia, además, de que si los conducía a una trampa, el primer tiro sería para él. Según el pastor, estaban en el Monte Perdido.
Iluminados por la luna, caminaron varias horas sin descanso, hasta el amanecer, ya sobre la nieve, envueltos en una intensa niebla, siempre subiendo y bajando montes, sorteando toda clase de roquedales. Cuando la niebla desapareció, uno de los guerrilleros, observando que tenían el sol del amanecer a la izquierda, le preguntó al pastor si iban bien y, al responder éste afirmativamente, le dieron una bofetada, pues sospechaban que en realidad los estaba llevando de nuevo hacia el sur, lejos de la frontera francesa. Tras beber un trago de coñac, rehicieron lo andado, ...y ya el pastor no volvió a equivocarse.
Alrededor de las once de la mañana, se dispusieron a caminar por un sendero de unos 40 centímetros de ancho excavado en la roca, que bordeaba la pared de un profundo abismo; todo ello, a lo largo de 30 metros y cubierto de nieve muy dura; pegado a la pared había un cable que servía para agarrarse, facilitándoles que pasaran de espaldas al precipicio, con sus morrales y armamento, luchando por sostenerse entre el frío glacial, el fuerte viento que los azotaba y el resbaladizo suelo de hielo.
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